Reaparece en Ecuador una rana marsupial cornuda que se creía extinta

La extraña especie, que incuba huevos dentro de una bolsa en su espalda, había dejado de verse durante más de una década.

Por Jennifer S. Holland
Publicado 27 dic 2018, 18:25 GMT-2
La rana marsupial cornuda (“Gastrotheca cornuta”) es un anfibio nocturno que vive en las copas de ...
La rana marsupial cornuda (“Gastrotheca cornuta”) es un anfibio nocturno que vive en las copas de los árboles en selvas tropicales bien conservadas. Es difícil que sobreviva mucho tiempo más en el oeste de Ecuador por la pérdida de hábitat, y sobre todo, por los cultivos de palma aceitera, la tala y la minería.
Fotografía de Frank Pichardo, Tropical Herping

La enigmática rana marsupial cornuda, desaparecida durante más de una década, se ha vuelto a ver en un bosque ecuatoriano, para alegría de los biólogos.

El aspecto de la rana es extraño: tiene una masa de tejido en forma de cuerno sobre los ojos e iris dorados. Pero esta habitante nocturna de los árboles es más conocida por su insólita reproducción, parecida a la del canguro. Los huevos se desarrollan en unas bolsas en la espalda y eclosionan en forma de ranitas totalmente desarrolladas, no como renacuajos.

Un equipo de biólogos encontró la rana mientras exploraba una zona remota de la región de Chocó, en el oeste de Ecuador, en las afueras de la reserva ecológica Cotacachi-Cayapas. Los biólogos, que pertenecen al grupo de conservación y ecoturismo Tropical Herping, escucharon un croar de rana que no reconocieron y enseguida iluminaron las hojas de las palmeras con sus linternas.

La rana marsupial cornuda había dejado de verse en Ecuador desde 2005. Sus “cejas” con forma de cuerno y su habilidad de transportar los huevos en una bolsa dentro de su cuerpo, prescindiendo de la etapa de renacuajo, la convierten en un animal muy raro.
Fotografía de Sebastian Di Domenico, Tropical Herping

Al encontrar al animal y notar que se trataba de la Gastrotheca cornuta, la rana marsupial cornuda, “nos emocionamos tanto que empezamos a saltar”, comenta Sebastian Di Domenico, miembro del equipo. Contaron cuatro ejemplares, entre ellos una hembra embarazada, lo que sugería que se trataba de una población estable en una franja de bosque en buenas condiciones.

Ecuador es un punto clave de biodiversidad de anfibios. En sus fronteras habitan al menos 589 especies (y cada año se informan hallazgos de nuevas especies) y el 45 por ciento de estas son endémicas, es decir, no se encuentran en ningún otro lugar.

Sin embargo, estos animales se encuentran en peligro porque el país posee la mayor tasa de deforestación de Sudamérica y la pérdida que esto implica es del dos por ciento cada año (casi el tres por ciento en el sur), según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Como Ecuador es, en la actualidad, el segundo mayor exportador de aceite de palma de Latinoamérica, existe una gran expansión de las operaciones comerciales, como la agricultura, las plantaciones de palma aceitera, cacao y bananas, así como de las operaciones de minería y perforación.

“Encontrar una rana poco frecuente o supuestamente extinta como la G. cornuta es sorprendente y, a la vez, alentador”, afirma Luis Coloma, que dirige Centro Jambatu, una organización de conservación e investigación de anfibios con sede en Quito. También explica que otras cinco especies de rana marsupial de Ecuador “han dejado de verse hace más de tres décadas”.

“Estas han sobrevivido a las amenazas relativamente nuevas del cambio climático y a patógenos como el hongo quítrido letal, y también a la amenaza tradicional de la pérdida de hábitat”, afirma. Pero, según él, no se puede asegurar que continúe existiendo.

Según un informe de la FAO y el Banco Mundial de 2006, la tasa de deforestación de Ecuador ocupa el noveno lugar a nivel mundial y es la más alta de Sudamérica. Ecuador también es el segundo productor principal de aceite de palma de Latinoamérica y el séptimo a escala mundial.
Fotografía de Lucas Bustamante, Tropical Herping

Medidas de protección

Ecuador cuenta con un sistema de reservas federales bastante sólido, que en teoría, evita que la deforestación y la construcción afecte, al menos, a un 20 por ciento de la superficie. Pero los conservacionistas sostienen que la ley no se cumple de forma rigurosa y que la tala sigue existiendo dentro de los límites de los parques. Como respuesta a esto, una serie de organizaciones que trabajan en Chocó están comprando terrenos en las afueras de las fronteras de la reserva; allí replantan las áreas taladas y fomentan el ecoturismo para compensar la inversión.

Aunque no sea una solución total, ya que los terrenos suelen ser pequeños, “se trata de una forma efectiva de rellenar los vacíos y crear una barrera contra la construcción”, afirma Martin Schaefer, director de Fundación Jocotoco, que hasta ahora ha comprado 21.400 hectáreas, incluido el hogar de la G. cornuta. Cualquiera puede hacer una donación: el acre cuesta 200 dólares.

Sin embargo, la desaparición de las ranas o de los bosques no preocupa a todos los propietarios de tierras. “Algunos necesitan dinero para sobrevivir, y acaban vendiendo sus tierras a una empresa de tala”, afirma Di Domenico. Pero otros sí están dispuestos a unirse a las iniciativas de conservación. “He sido testigo de que, cuando las comunidades locales participan en la protección de una especie, se desarrolla un sentido de identidad y vínculo con esos animales. Empiezan a preocuparse por ellos”, afirma.

Cuando llevamos el turismo ecológico hacia estos paisajes, “intentamos extender el mensaje de que la biodiversidad posee un valor que las personas pueden explotar de forma positiva, sin tener que destruirla”, cuenta.

Los bosques tropicales del oeste de Ecuador forman parte de la región de Chocó, un punto clave de biodiversidad. Debajo de estas nubes, hay un área donde se encuentra, al menos, el 25 por ciento de la biodiversidad de flora mundial, así como especies de animales que solo viven aquí.
Fotografía de Lucas Bustamante, Tropical Herping

En el área donde habita la G. cornuta, conocida oficialmente como la región ecológica Tumbes-Chocó-Magdalena —limita al este con los Andes, se extiende por Colombia y Panamá, y baja hasta el noroeste de Perú—, se encuentran los bosques bajos más prístinos que quedan en Ecuador (algunos de los más amenazados del mundo), donde habitan superdepredadores raros como los jaguares. “Chocó tiene una biodiversidad casi tan grande como la de la Amazonia, pero apenas está explorado y corre el riesgo de desaparecer pronto”, afirma Di Domenico.

Por eso algunos biólogos han determinado que tiene prioridad en términos de conservación. “Si vamos a salvar Chocó y su fauna y flora silvestres -y por supuesto a esta rana-,  debemos hacerlo ahora mismo”, afirma Martin Schaefer, de Jocotoco.

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