Europa utiliza una conflictiva fuente de energía “renovable”: la quema de árboles de EE. UU.

Mientras los líderes del mundo prometen más acciones para revertir el cambio climático, una supuesta solución—la quema de árboles para generar electricidad—podría socavar el progreso.

Por Sarah Gibbens
Publicado 23 nov 2021, 18:34 GMT-3
Ramas de árboles

Las ramas de árboles son arrastradas hasta una trituradora, destinadas a convertirse en pélets de madera que produce una fábrica cercana de Enviva, en el condado de Moore, en Carolina del Norte.

Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

El río Cape Fear en Carolina del Norte está salpicado de instalaciones industriales, grúas, contenedores de almacenamiento, enormes barcos y viejos árboles cipreses con raíces grandes ancladas en el agua. Cerca de la desembocadura del río, dos bóvedas blancas se elevan sobre la ribera, cada una con capacidad para almacenar 45 000 toneladas métricas de madera.

Es allí, donde el río y el mar se encuentran, en donde los pélets de madera que se guardan en las bóvedas se empaquetan en un barco y se transportan al otro lado del Atlántico, para luego ser quemados en centrales eléctricas y así generar electricidad.

Millones de toneladas de pélets de madera, tan pequeños como una uña, están sustituyendo al carbón en Europa. Proclamados como combustible limpio que ayuda a que los países logren sus objetivos de energía renovable, estos llamados biocombustibles de madera son el núcleo de una industria que crece a largos pasos, valorada en 50 mil millones de dólares a nivel mundial en 2020.

El razonamiento para considerar los pélets una fuente de energía renovable, como la solar o la eólica, es simple: mientras que los bosques puedan volver a crecer luego de la tala y quema de árboles, el dióxido de carbono que se libera por la quema será absorbido por los árboles en crecimiento. Según sus defensores, es una actividad de cero emisiones netas, y tanto la Unión Europea como otros gobiernos aceptan este argumento. Se considera que la madera es un combustible con cero emisiones.

En las chimeneas, la quema de madera emite más gases de efecto invernadero que el carbón. Sin embargo, quienes critican la industria de la biomasa afirman que, gracias al complejo sistema global de contabilización de emisiones, se ha producido un vacío de información: los países no tienen la obligación de contar las emisiones de carbono generadas por las centrales eléctricas de quema de madera. De todas formas, esto permite que los biocombustibles de madera prosperen como solución climática.

A principios de este año, 500 científicos enviaron una carta a los líderes mundiales, y les advirtieron que la tala de bosques para generar bioenergía socavaría la lucha contra el cambio climático. Esta idea también la respalda una investigación de 2018 que condujo John Sterman del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT), una de las personas que firmó la carta. Según el estudio, la tala de árboles para quemarlos agravaría la cuestión climática durante las próximas décadas.

“Es exactamente lo contrario de lo que deberíamos estar haciendo,” afirma Andy Wood, director del Grupo de Conservación de la Llanura Costera, con sede en Carolina del Norte. “Esperamos que se aborde en Glasgow”.

El Reino Unido, anfitrión de la cumbre sobre el clima COP26 en Glasgow (Escocia) hasta el 12 de noviembre, es el mayor consumidor de pélets de madera del mundo. La central eléctrica de Drax, en Yorkshire, que solía ser la planta de carbón más grande del Reino Unido, hoy en día se mantiene a base de pélets de madera (que incluyeron, en 2019, unos cinco millones de toneladas importadas de EE. UU.) Drax se ha convertido en un actor fundamental del mercado internacional de pélets de madera.

Los defensores ambientales temen que otros países sigan el ejemplo del Reino Unido; de hecho, en Japón y Corea del Sur ahora se están importando pélets de madera, incluso de una filial de Drax. Las disposiciones de dos proyectos de ley de EE. UU. (el recientemente aprobado proyecto de ley de infraestructura y un proyecto de ley de reconciliación, que se votará próximamente) promueven el uso de energía de la biomasa. Más de 100 científicos han alentado al presidente Joe Biden a eliminar estas disposiciones.

“Es mucho más fácil modificar una planta de carbón sucia para que queme otro combustible, que hacer algo transformador, como generar energía solar y eólica”, explica Sasha Stashwick, una experta en políticas de biomasa del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC, por su sigla en inglés).

Peg Putt, defensora de la Environmental Paper Network, una organización internacional que se dedica a hacer que las industrias del papel y la pulpa sean más ecológicas, afirma que hay mucha ignorancia con respecto a cómo contabilizar las emisiones de carbono de la quema de biomasa. Tanto ella como otros expertos no esperan que se llegue a un debate en la COP26.

“Necesitamos romper con la idea de que la contabilización de la biomasa es algo técnico que casi nadie puede comprender, y que por ende se les deja a los expertos técnicos”, explica Putt. En las conferencias sobre el clima, afirma: “En cuanto intentas hablar con los negociadores de las distintas partes, ponen los ojos en blanco.”

Los pinos recién plantados crecen en un bosque de 2 500 hectáreas en Virginia. En apenas una década, la industria de pélets de madera del sudeste de Estados Unidos creció desde casi cero a 23 fábricas, que pueden producir más de 10 millones de toneladas métricas anuales para la exportación.

Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

El problema con la madera

Con todo, en realidad no es tan complicado entender por qué los científicos y ecologistas afirman que la quema de madera no es una simple actividad de cero emisiones netas.

El problema esencial es el del tiempo. La industria de la biomasa sostiene que las emisiones causadas por la tala y quema de árboles se compensan con los que crecen en su lugar. Sin embargo, los árboles tardan mucho en crecer.

“Cuando se talan árboles, se crea una deuda de carbono, y los árboles recién plantados tardan mucho en recuperar la reserva de carbono que se perdió”, dice Rich Birdsey, experto en presupuestos de carbono forestal del Centro de Investigación Climática Woodwell.

“Es como si sacaras la chequera y crearas una deuda en tu propia cuenta”, dice Sami Yassa, científico del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales. “Eso es lo que está ocurriendo en la atmósfera. Si hacemos una simple cuenta, pagar esa deuda con el rebrote de los bosques llevará décadas”.

En el estudio de Sterman, se estima que el “tiempo de recuperación” de carbono debido a la quema de árboles oscila entre 44 y 104 años, dependiendo del tipo de bosque. Mientras tanto, las centrales eléctricas que queman madera siguen liberando dióxido de carbono a la atmósfera, tal como si estuviesen quemando carbón.

Y mientras todo esto ocurre, el hielo sigue derritiéndose, el nivel del mar sigue aumentando, y el clima extremo sigue desplazando a las personas. El consenso científico, que se repitió una y otra vez en la COP26, es que el mundo no puede esperar a reducir drásticamente sus emisiones.

Además, existen por lo menos dos razones por las que la tala de árboles para la quema en centrales eléctricas puede añadir más carbono a la atmósfera que la quema de carbón. Primero, los árboles dejan inmediatamente de hacer lo que hacen al estar vivos: eliminar carbono de la atmósfera. Nada de esto ocurre con la extracción de carbón.

Segundo, la madera se quema con menor efectividad que el carbón o el gas. Por cada kilovatio hora (kWh) de electricidad generada, emite una vez y media el dióxido de carbono del carbón y tres veces el del gas natural.

Según un informe reciente del grupo de investigación política Chatham House, en 2019, las centrales eléctricas del Reino Unido que se dedican a la quema de pélets de madera emitieron hasta 16 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, lo que equivale a lo que despiden de seis a siete millones de tubos de escape de autos. Si esas emisiones se hubiesen contabilizado, habrían sumado hasta un 27 por ciento a las emisiones del sector eléctrico, y hasta un 3,6 por ciento a las emisiones totales de gases de efecto invernadero del Reino Unido durante ese año.

Pero como otros gobiernos, el del Reino Unido no cuenta las emisiones de dióxido de carbono provenientes de la quema de madera.

Vista aérea de unos troncos en una fábrica de pélets de madera de Enviva, en Garysburg, Carolina del Norte, el 28 de marzo de 2021.

Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

A mediados de la década de 1990, cuando los científicos estaban ideando un sistema para contabilizar las emisiones globales en el contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) —el tratado que dio lugar a las reuniones anuales de la COP—decidieron que las emisiones se contabilizarían en el lugar en donde se generaron, ya fuera en una chimenea o un tubo de escape. Entonces, si Europa importaba petróleo de Arabia Saudita, sería responsable de las emisiones que se generaban con la combustión.

Sin embargo, los árboles no son lo mismo que el petróleo.

“Se refirieron al uso de la tierra y explicaron: ‘Cuando se tala un árbol, se hace difícil seguir lo que ocurre con el carbono’”, afirma Tim Searchinger, experto en cambio climático de la Universidad de Princeton y miembro del Instituto de Recursos Mundiales. “Parte (del carbono) se pierde en el bosque. Otra parte en una fábrica de papel. Y otra cuando el papel se arroja al basurero. Así que vamos a tener una norma diferente para el sector de uso de la tierra, que establezca que el carbono se cuente cuando se cosecha el árbol”.

Cuando los gobiernos nacionales intentaron regular y limitar las emisiones de carbono bajo el Protocolo de Kioto de 1977, incorporaron lo que Searchinger llama un “error crítico de contabilidad”: eximieron a toda la bioenergía de límites de emisión en chimeneas, sin poner límites a las emisiones provenientes de uso de tierra. En efecto, decidieron que toda la bioenergía era neutral en carbono, incluso si provenía de la tala de bosques.

“Una norma que se creó para evitar la contabilización doble del carbono proveniente de la tala y quema de árboles se convirtió en una norma que no contabilizaba el carbono en absoluto”, dice Searchinger.

Los pélets de madera, que tienen prácticamente el tamaño de un filtro de cigarrillo, se exportan desde EE. UU. y se queman para generar electricidad en todo el mundo.

Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

Impacto local y global

En el terreno, Scot Quaranda, del grupo de defensa ambiental Dogwood Alliance, observó riesgos inmediatos en los bosques de Carolina del Norte apenas comenzó a dispararse la demanda europea de pélets de madera.

“Honestamente, fue devastador”, dice Quaranda.

Con sede central en Maryland, Enviva, el mayor productor de biomasa del mundo, envía pélets de madera desde los estados del sudeste de EE. UU al Reino Unido. La empresa afirma que promueve la salud de los bosques por medio de la selección de tala de determinados árboles para darle lugar al crecimiento de otros, y que usan madera que tienen muy poco o nada de valor.

Sin embargo, los ecologistas dicen que esta descripción no cuenta toda la verdad. El NRDC, la Dogwood Alliance y el Southern Environmental Law Center publicaron un informe en 2019 en el que exponían las prácticas de tala destructivas de Enviva, acusándolos de talar bosques humedales a lo largo del sudeste. Estos bosques son vitales para la biodiversidad.

En una declaración por correo electrónico, Enviva llamó al reporte “impreciso y erróneo”, señalando que la biomasa recolectada para la producción de pélets de madera de Enviva y otros productores representa solo un tres por ciento de los productos de madera extraídos de bosques del sudeste cada año.

Mientras que un tercio de la madera de Enviva proviene de residuos o del raleo de árboles de los bosques, la empresa menciona que 69 por ciento proviene de la tala de lo que denominan “madera de bajo valor”.

“Cuando se hace correctamente, y de acuerdo con las buenas prácticas de gestión forestal para proteger la calidad del suelo y del agua, la tala brinda buenas condiciones para la replantación, que impulsa a los propietarios a seguir manteniendo esas tierras con cobertura forestal”, explica un portavoz de Enviva.

Existen pruebas de que la demanda de pélets de madera fomenta que los propietarios planten árboles. De acuerdo con Brent Sohngen, un experto en economía ambiental de la Universidad Estatal de Ohio, esto apunta a una forma en la que la quema de madera podría resultar beneficiosa para el clima, al menos en un mundo ideal.

En 2017, Sohngen y sus colegas publicaron un estudio que demostraba que el aumento de precio del carbono podría llevar a que los propietarios expandieran sus tierras forestales drásticamente, si se les compensaba por el carbono extraído de la atmósfera y almacenado en sus árboles. Dentro de unas pocas décadas, la quema de madera para generar electricidad podría hacerse realidad sin dañar el ambiente, ya que su deuda de carbono ya estaría saldada con la expansión forestal.

El mercado de pélets de madera, junto con el precio del carbono, podría entonces conducir a una mayor expansión de bosques.

“En última instancia, habría más carbono en los bosques”, explica Sohngen. En ese contexto, la quema de madera es una mejor alternativa que la de carbón.

Confirmando este debate, Sohngen publicó una investigación suplementaria en 2020, en la que alegaba que la creciente demanda de biomasa forestal llevaría a una mayor oferta de árboles, y que, si estos bosques se gestionaban correctamente, la retención de carbono aumentaría.

Una industria emergente se consolida en el sur de EE. UU.

Ninguno de los árboles de los que se suministra Enviva provienen de tierras que sean propiedad de la empresa. En cambio, depende de pequeños propietarios como Charlie King, dueño de la granja Stone Mountain, de 24 hectáreas, justo al norte de Fayetteville, Carolina del Norte. 

En 2014, una parcela de árboles del terreno de King se infestó de escarabajos de la corteza, que excavan los pinos y los matan. Para 2019, se dio cuenta de que no se podía salvar a sus árboles. Al no hallar mercado para la madera infestada, llamó a Enviva.

“Un servicio así no se encuentra en ningún otro sitio”, dice King. Con el dinero que cobró al vender su madera, plantó árboles nuevos, que crecerán en su lugar.

Este caso da una imagen favorable de Enviva, y King apareció en el informe de sostenibilidad de la empresa en 2020, como un ejemplo de cómo Enviva ayuda a las comunidades locales.

Ayudar a los propietarios para que conserven sus terrenos es una forma en la que, según la industria, promueven la sostenibilidad. Es mejor talar algunos bosques privados que convertirlos en zonas residenciales y aparcamientos, de acuerdo con lo que dicen sus defensores.

Pero para otras personas, la creciente presencia de la industria de los pélets de madera ha dificultado sus vidas.

Sherri White-Williamson es la directora de política de justicia medioambiental de la Red de Conservación de Carolina del Norte. Explica que la fuertemente industrializada ciudad de Clinton, en donde ella vive, se ha visto muy afectada por la planta de procesamiento de pélets de madera de Enviva. Dice que hay un olor desagradable, y los residentes informan que oyen a toda hora un zumbido de aserraderos, y que el aserrín cubre sus hogares y calles.

En un estudio publicado en 2018, se mostró que las instalaciones de pélets tenían un 50 por ciento más de probabilidades de establecerse en comunidades con niveles de pobreza altos, en los que al menos un cuarto de los residentes no es blanco.

“Todo el día, todos los días, se trituran árboles en las instalaciones, al punto que los vecinos deben barrer sus techos, limpiar sus autos. Observamos un aumento de casos de asma”, dice Quaranda, de la Dogwood Alliance.

“Siempre nos tomamos muy en serio las preocupaciones o quejas puntuales. Las analizamos y tomamos medidas para atenuarlas”, afirma Yana Kravtsova, la vicepresidenta ejecutiva de comunicación de Enviva. “Vivimos y trabajamos en estas mismas comunidades. Si algo está mal, lo sabremos”.

Una industria preparada para crecer

En un artículo de opinión de Nature Communications de 2018, Searchinger y sus colegas calcularon que para generar solo un dos por ciento más de electricidad a partir de la quema de madera, tendrían que duplicarse las cosechas de madera en el mundo. Los defensores ambientalistas temen que la industria de los pélets de madera siga creciendo si no se modifican las normas de emisión.

En el marco del programa “Objetivo 55” de la Unión Europea para reducir las emisiones en un 55 por ciento para 2030, la energía proveniente de la biomasa todavía está etiquetada como neutra en carbono. Sin embargo, en un informe publicado en 2018, el Comité de Cambio Climático del Reino Unido advirtió que debía limitarse la energía de la biomasa. El país tiene contratos que extienden los subsidios hasta 2027, pero el comité desalentó su uso para cuando finalicen.

Estas conclusiones no han evitado que la industria apostara por su crecimiento.

A principios de esta semana, Frans Timmermans, jefe de política climática de la UE, dijo a los periodistas que Europa necesitaba la biomasa para cumplir con sus objetivos de energía limpia. Y justo antes de que la cumbre sobre el clima comenzara, el gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, visitó la central eléctrica de Drax, y expresó que él esperaba seguir trabajando con el consumidor de biomasa.

En el sudeste de EE. UU., desde el sur de Virginia hasta la costa del Golfo de Texas, ahora hay 23 instalaciones que procesan árboles para convertirlos en pélets de madera, para luego exportarlos a Europa. En la misma región, se propuso construir otras ocho.

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