¿Cuál es la diferencia entre un supertifón y un huracán?

El súpertifón Lekima se acerca a Taiwán y Japón con vientos de más de 241 kilómetros por hora. Así es como se diferencia de un fuerte huracán.

Por Brian Clark Howard
Publicado 9 ago 2019, 16:42 GMT-3
El tifón Lekima (izquierda) y la tormenta tropical Krosa (derecha) marchan a través del Océano Pacífico occidental el 7 de agosto de 2019. Lekima ha cobrado fuerza posteriormente como un súpertifón con vientos máximos sostenidos de más de 241 kilómetros por hora. Se espera que la tormenta continúe intensificándose mientras se dirige a las islas Ryukyu del sur de Japón y Taiwán.
Fotografía de NASA Earth Observatory Joshua Stevens, NASA Eosdis, lance And Gibs, Worldview, Suomi National Polar-orbiting Partnership

Japón y Taiwán se están preparando para que el súpertifón Lekima toque tierra el viernes mientras la tormenta se prepara para alcanzar el equivalente de un huracán de categoría 4, con vientos de hasta 156 millas por hora.

Los expertos advierten que es probable que haya fuertes lluvias e inundaciones en la región, con la posibilidad de daños significativos.

Entonces, ¿por qué se le llama a Lekima un súper tifón y no un huracán? Como en el sector inmobiliario, se trata de ubicación, ubicación, ubicación.

Por eso, los huracanes, tifones y ciclones son todos nombres diferentes para el mismo tipo de tormenta.

Las tormentas que surgen en el oeste del océano Pacífico (en el hemisferio este) se denominan tifones, mientras que aquellas que se originan en el océano Atlántico y el este del océano Pacífico (el hemisferio oeste) se llaman huracanes. Aquellas que nacen en el sur del océano Pacífico e Índico se conocen como ciclones.

Los huracanes toman su nombre de Huracán, un dios del mal del Caribe. Los orígenes de la palabra "Tifón" son complejos, ya que tiene posibles raíces en palabras persas, árabes y chinas que hacen referencia a tormentas fuertes. La palabra también pasó a través de varios idiomas desde portugués hasta griego.

De manera colectiva, los científicos denominan a los huracanes, tifones y ciclones "ciclones tropicales" y pueden abarcar un área de hasta 1609 km de diámetro.

Para ser clasificada como un ciclón tropical, una tormenta debe alcanzar vientos de una velocidad de, al menos, 119 km por hora. Si los vientos de una tormenta alcanzan una velocidad de 178 km por hora, sube de categoría a un tifón o huracán intenso.

Y, a pesar de que los huracanes del océano Atlántico reciben la mayor parte de la cobertura de los medios de comunicación en América del Norte, en realidad, esas tormentas solo representan alrededor del 11 por ciento de todos los ciclones tropicales, le comentó a National Geographic, Kerry Emanuel, científico atmosférico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés).

"Esa" época del año

En todo el mundo, los ciclones tropicales se desarrollan con mayor frecuencia al final del verano, cuando se da la mayor diferencia de temperatura entre el aire y el agua. A nivel mundial, mayo es el mes menos activo, y septiembre es el más activo. En el Atlántico, una temporada diferente de huracanes persiste desde aproximadamente el 1 de junio hasta el 30 de noviembre, después de la cual la masa de aire y el agua son muy frías como para que se desarrolle una tormenta.

Las áreas del oeste del Pacífico son lo suficientemente cálidas como para que las tormentas se desarrollen en cualquier momento del año, aunque el verano y a principios del otoño siguen siendo los períodos más comunes.

No importa cómo se denominen las tormentas, todas necesitan los mismos elementos: nubes de tormenta, temperaturas de la superficie del océano superiores a 80 °F (27 °C) y muy poca diferencia entre la velocidad del viento de la superficie y la del cielo. Más allá de eso, los científicos aún intentan comprender qué las desencadenan, señaló Emanuel del MIT.

Cómo funcionan las tormentas

Una vez que comienza la tormenta, se alimenta mediante la evaporación del agua en el aire. Las aguas cálidas del océano alimentan esa evaporación y, en consecuencia, enfrían el área inmediata y absorben más calor hacia el centro de la tormenta. Esto forma un ciclo que continúa funcionando hasta que uno o más de los múltiples factores lo detienen.

Esos factores pueden incluir una cortante del viento alta, que puede desarmar la tormenta o desacelerarla al aportar ráfagas de masas de aire seco. Cuando las tormentas tocan tierra, pierden la capacidad de evaporar grandes cantidades de agua (porque ya no están sobre ella). Los vientos revueltos también pueden arrastrar agua fría de las profundidades del océano, lo cual provoca la posibilidad de una menor evaporación y le quita fuerza a la tormenta.

Las tormentas se clasifican según la fuerza de sus vientos, a pesar de que el viento en sí mismo no suele ser la parte más letal de la tempestad. La marejada ciclónica, impulsos de agua promovidos por el ciclón que avanza, suele causar inundaciones costeras que provocan anegamientos y el colapso de estructuras.

Las marejadas fueron responsables de gran parte de la devastación causada por el supertifón Haiyan en Filipinas en noviembre de 2013 (allí la tormenta se denominó Yolanda). Haiyan fue una de las tormentas más grandes y fuertes nunca antes registrada con vientos que alcanzaron los 315 km por hora. La marejada ciclónica que llegó a 7 m de alto arrastró edificios, arrancó la vegetación y causó la muerte de más de 6000 personas.

Emanuel advierte que, debido al cambio climático, estas fuertes tormentas podrían ser más probables gracias al calentamiento de las masas de aire y agua.

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