La minería de oro ilegal en Ghana amenaza a los productores de cacao

Uno de los mayores productores mundiales de granos de cacao, se enfrenta a una crisis de «galamsey» o minería ilegal que, según los expertos, podría desbaratar su sector agrícola.

Por Marisa Schwartz Taylor, Kevin Taylor
FOTOGRAFÍAS DE Marisa Schwartz Taylor y Kevin Taylor
Publicado 21 mar 2018, 14:02 GMT-3
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Trabajar en pozos de extracción ilegal de oro —como este en Diewuosu, Ghana— puede ser peligroso. La erosión y la escorrentía de materiales tóxicos puede contaminar las zonas circundantes.
Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

Kwaky Asare cogió su machete y avanzó por el bosque hasta su plantación de cacao, pasando por senderos serpenteantes y colinas, frente a pozos de agua fangosa y bajo la cubierta forestal de hojas de cacao secas. Pero los árboles estaban vacíos. Varias vainas de cacao podridas se acumulaban por el suelo, mientras que otras vainas raquíticas se negaban a madurar en las ramas.

“Cuando llegaron los chinos, me dijeron que mis plantas ya no producían nada porque había mucho oro bajo la tierra”, explicó Asare. Tras unos cuantos años de baja producción, vendió sus cinco hectáreas a un grupo de mineros de oro a pequeña escala, conocidos como mineros galamsey, con un patrocinador chino. El dinero ya ha desaparecido y el terreno de Asare está envenenado.

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    Kwaky Asare, de Denkyira Asikuma, Ghana, visita la antigua plantación de cacao que vendió a los mineros de oro "galamsey". Es uno entre varios productores de cacao que han visto como la minería tomaba su terreno, una tarea que suele ser temporal pero que deja cicatrices permanentes.
    Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

    La historia de Kwaky Asare no es inusual en Denkyira Asikuma, una pequeña aldea agrícola ubicada entre plantaciones de cacao a las afueras de Dunkwa, en la Región Central de Ghana. Al menos 30 productores de cacao de la aldea han vendido sus tierras a mineros que rápidamente han excavado, extraído el agua y los productos químicos y abandonado los pozos una vez finalizado el trabajo, o cuando los soldados los ahuyentaron.

    La minería de oro siempre ha formado parte de Ghana, desde las joyas ornamentadas de los reyes ashanti a la colonización británica. Sin embargo, en los últimos años, la minería galamsey no regulada se ha intensificado, en parte por los inversores chinos, que traen un equipo sofisticado, y por una economía atrasada que hace que la posibilidad de hallar oro sea demasiado atractiva como para pasarla por alto. Estas operaciones, normalmente ilegales, pueden causar contaminación en el agua, deforestación y un aumento de los delitos violentos.

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      Los productores caminan por su terreno que, según dicen, ha sido destruido por mineros de oro ilegales.
      Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

      La minería de oro ilegal en Ghana agrava aún más la volatilidad del mercado de cacao. En 2014, los expertos predijeron una escasez de cacao global para 2020. Sin embargo, las estadísticas de producción de cacao han sido impredecibles desde entonces, según la mayoría de datos de la temporada de cultivo 2015-2016. Ese año se produjo un excedente de cacao atribuido a una estación lluviosa más larga. Recientemente, el precio de los granos ha caído en picado hasta mínimos históricos en las bolsas de materias primas globales, lo que ha tenido un impacto negativo sobre los beneficios de los productores de cacao de África occidental.

      En 2011, Ghana produjo una cantidad récord de cacao, superando el millón de toneladas. Desde entonces, a medida que minería ilegal aumentaba de manera constante, la producción de cacao ha mostrado una tendencia a la baja, descendiendo hasta las 740.000 toneladas en 2015.

      “El gelamsey es la mayor amenaza para la producción de cacao”, contó a medios locales Pomasi Ismael, director de un colectivo de compradores de cacao.

      Se ha atribuido a otros factores la naturaleza volátil del mercado de cacao, especialmente el cambio climático, que puede provocar una estación extremadamente seca un año, y al año siguiente, un exceso de precipitaciones. La deforestación generada por la minería de oro ilegal podría acelerar dichos efectos.

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        Kwame Atobrah examina los granos de cacao de un vecino.
        Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

        El oro y el cacao son partes integrantes de la economía y la identidad nacional de Ghana, pero la coexistencia de ambos recursos es contradictoria. El cacao se plantó por primera vez en Ghana en la década de 1870 y la antigua colonia de «Costa de Oro» se convirtió en el mayor exportador de granos de cacao durante el siglo siguiente, hasta que Costa de Marfil lo superó. Dos décadas después de la llegada del cacao, se fundó la mina de oro legal de Obuasi. La gran operación industrial, llevada a cabo según una estricta normativa, transformó la pequeña aldea de Ashanti en una ciudad cosmopolita con pistas de tenis y clubes de golf. Durante décadas, los mineros trabajaron bajo tierra en el extenso complejo. En la actualidad, la mina ya no produce oro y los mineros ilegales han llenado rápidamente ese vacío, arrasando a su paso las plantaciones de cacao.

        El gobierno de Ghana ha tenido dificultades para mantener el equilibrio entre las ventajas económicas de la minería a pequeña escala y las protecciones medioambientales y de seguridad. La Ley de Minería de Oro a Pequeña Escala de 1989 puso en marcha un sistema para obtener licencias para la minería a pequeña escala. Estos primeros mineros galamsey eran grupos de nueve trabajadores o menos que excavaban, cribaban y lavaban a mano el oro. En 2006, una ley actualizada estipuló que solo los ciudadanos de Ghana podían recibir las licencias y los permisos requeridos por la Agencia de Protección Medioambiental y la Comisión Forestal del país. Aunque algunas operaciones mineras a pequeña escala sí tienen permisos legales, muchas carecen de ellos y otras tantas participan en actividades ilegales como la contratación de extranjeros, el empleo de mercurio o el uso de maquinaria pesada. Para muchos ghaneses, el término galamsey se ha convertido en sinónimo de delincuencia.

        La zona cero del conflicto

        La autopista de un solo carril de Obuasi a Dunkwa está bordeada a ambos lados por una sucesión de excavadoras y puestos de lavado de oro. Inmediatamente después de pasar la cabina de peaje de la ciudad, las calles se llenan de carteles —en inglés y en chino— de comerciantes de oro y de equipos de minería, que superan en número a los decolorados anuncios de fertilizante de cacao.

        Dunkwa se encuentra junto al río Offin, afluente del río Pra, uno de los mayores sistemas fluviales de Ghana. En los últimos años, estas masas de agua han adoptado un alarmante color amarillo debido a las aguas residuales procedentes de la minería de oro ilegal, un tono irreconocible si se compara con su antiguo color azul.

        El área que cubre la cuenca hidrográfica del Pra —que incluye partes de las regiones Central, Occidental y Ashanti de Ghana— es el corazón del cacao del país. También contiene la mayor concentración de depósitos de oro. Ghana es el segundo exportador mundial de cacao, aportando un 20 por ciento del suministro mundial. Más del 70 por ciento de los granos de cacao proceden de África occidental.

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          Los mineros ilegales en Anwiam criban la roca en busca de oro.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Es poco probable que la plantación de cacao de Kwaku Asare se arruinara por el oro subterráneo, como afirmaban los mineros. Es mucho más probable que los cultivos de cacao se vieran afectados negativamente por el aumento de la minería galamsey en la zona, que puede envenenar los canales con metales pesados y productos químicos como plomo, mercurio y cianuro, así como por las impredecibles estaciones lluviosas y secas atribuidas al cambio climático.

          La conexión con el mercurio

          Más de 5.000 personas trabajan en la mina galamsey de Adumanu, la mayoría sin permisos legales, según Joseph Owusu Sekyere, dueño de varios pozos. A pocos kilómetros a las afueras de Obuasi, los pozos amarillentos llenos de agua ennegrecida son omnipresentes.

          Se aplastan y se lavan cantidades enormes de piedras en estas minas, que extraen el agua de los ríos cercanos y se deshacen del agua residual en ellos.

          “Usamos mercurio para conseguir oro”, explica Sekyere, “he oído que también hay gente que emplea cianuro y otros productos químicos para procesar las piedras”.

          Se ha culpado al sector minero de haber cambiado el color y la calidad de los ríos locales.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          En 2014, Ghana fue uno de los 18 países que firmó el Convenio de Minamata sobre el Mercurio en la Asamblea General de la ONU, con la intención de minimizar la exposición de la población al mercurio. Sin embargo, sigue empleándose mercurio en la minería galamsey. La Comisión de Minerales de Ghana se centra en el mantenimiento de estándares medioambientales de las empresas más grandes, mientras que las operaciones a pequeña escala suelen pasarse por alto. El año pasado, el gobierno declaró una “guerra contra el galamsey” —arrestó a varios mineros y mostró públicamente la destrucción de equipos de minería—, pero muchas de las operaciones continúan.

          La exposición al mercurio es especialmente perjudicial para niños y adolescentes, que suelen trabajar en estas minas y manejan metales líquidos con sus propias manos. El envenenamiento por mercurio también afecta a personas que viven cerca de las minas, al beber agua y consumir pescado. Los trastornos neurológicos se asocian al envenenamiento por mercurio y es especialmente perjudicial para las mujeres embarazadas. Además, puede aniquilar poblaciones enteras de plantas y atrofiar el crecimiento de cultivos, entre ellos el cacao.

          Un chico llamado Abu vende pescado frente al río Pra, en Praso. El río ha adoptado un color amarillento por los contaminantes químicos procedentes de la minería, como el mercurio, el plomo o el cianuro.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor
          Un adolescente que trabaja en una mina "galamsey".
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Hace años, los residentes urbanos acudían a las aldeas cerca de Obuasi y Dunkwa en busca de pescado fresco y productos abundantes. En la actualidad, la gente de Obuasi dice que muchos aldeanos se han visto obligados a ir a la ciudad para comprar comida, ya que no pueden mantener sus explotaciones agrícolas.

          Un trabajo mortal

          Dentro de la mina galamsey de Adumanu, más allá de un mercado improvisado y de un bosque, el paisaje está lleno de agujeros. Tienen menos de un metro de ancho, pero se extienden a 600 metros de profundidad bajo tierra. Los peligros del envenenamiento por mercurio no suelen ser las preocupaciones más urgentes en este lugar.

          “El primer día que fui bajo tierra pensé que no volvería a salir. Lloré todo el tiempo”, contó Boakye Andrews, minero galamsey. “Míralo de esta manera: 10 o 15 torres de MTN (torres teléfonicas) una encima de otra. Esa es la profundidad a la que vamos”, reconoce.

          Un minero profesional conduce frente a una estatua dedicada a este sector en Obuasi. Una gigantesca mina histórica se extiende bajo una ciudad entera y ha sido durante mucho tiempo la base de su economía. La mina legal ha experimentado dificultades en los últimos años, pero planea volver a expandir sus operaciones en el futuro próximo.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Cada día, 500 trabajadores o más descienden a las profundidades de Adumanu. Pican la piedra y sacan pesados sacos a través de una línea de montaje. Algunos trabajadores permanecen bajo tierra durante días, otros más de un mes, llevando consigo agua, arroz y aceite de cocina. Con frecuencia, los mineros galamsey mueren bajo tierra debido a inundaciones y al uso de dinamita sin medidas de seguridad.

          “Cuando alguien muere (bajo tierra), esa persona explota en mil pedazos”, afirma Andrews. “Si tienes 20 años y mueren cinco personas sobre el terreno, continúas porque el oro tiene que salir a la superficie. Así que ignoras el accidente y sigues trabajando. Está muerto. No puedes hacer nada al respecto”, admite.

          Aunque las noticias de accidentes en las minas, normalmente fallecimientos de adolescentes, fueron frecuentes el año pasado, aún se desconoce el número total de víctimas. En 2010, un accidente cerca de Dunkwa mató a unos 150 mineros. La mayoría de las muertes no se registraron oficialmente porque los familiares estaban avergonzados o preocupados por posibles acciones penales.

          Kofi Baffour Domfeh es uno de los muchos trabajadores en la gigantesca mina legal de Obusai.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Andrews empezó a trabajar en las minas ilegales con 19 años, hace casi una década, pero se crió entre minas. Su padre trabajó en la gran mina de Obuasi, antes llamada AngloGold Ashanti, en su época de auge. Falleció cuando él tenía ocho años.

          “Crecí en Obuasi", relata Adrews, “cuando era pequeño, cada vez que les veía trabajando en minas galamsey pensaba: ‘¿qué les pasa’. Cuando llegó mi turno, me di cuenta de que no era culpa de ellos, porque no recibían ayuda de ninguna parte”.

          Una ocupación violenta

          La mina Obuasi, que ha cambiado varias veces de dueño desde su fundación en 1897, siempre ha sido el alma de la ciudad. Hasta finales de la década del 2000, la ciudad homónima fue una de las más ricas de Ghana; con un club deportivo con piscina, pista de tenis y pista de críquet, una escuela y un hospital de primera categoría, todo ello con financiación privada de la mina. La urbe era cosmopolita y diversa. Los hijos de los mineros europeos iban a las mismas escuelas que los ghaneses.

          Boakye Andrews, exminero de oro «galamsey», habló de su experiencia tras haber permanecido semanas bajo tierra en un oscuro agujero y haber presenciado la muerte de innumerables amigos en explosiones peligrosas.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          La gente joven como Andrews siempre ha asumido que iba a trabajar para la empresa en cierta medida, como hacían sus padres. Sin embargo, en 2014, AngloGold Ashanti suspendió la extracción de oro en Obuasi debido a problemas financieros, despidiendo a más del 90 por ciento de su mano de obra y gastando 170 millones de euros en indemnizaciones por desempleo. Toda la economía de la ciudad empezó a decaer. Este invierno boreal, AngloGold Ashanti anunció que continuarían extrayendo oro en la mina de Obuasi a partir de 2019, lo que indica una posible recuperación económica. Pero reconstruir la antigua gloria económica de Obuasi será una labor maratoniana.

          En el tiempo transcurrido desde la suspensión de actividades en la mina, algunos exmineros han recurrido al galamsey, incluso sin contar con permisos legales. Un ejemplo es Owusu Sekyere, dueño de pozos en Adumanu, que había trabajado para AngloGold durante 20 años.

          En enero de 2016, los mineros ilegales irrumpieron en la mina de Obuasi, tomando el control de la intrincada red de túneles que serpentean bajo la ciudad, a alrededor de 1,6 kilómetros bajo la superficie. En el segundo día de la incursión, mataron a un alto directivo de AngloGold. Finalmente, tuvo que acudir el ejército, que se enfrentó a los mineros durante semanas. Cuando finalizó la ocupación, al menos 175 mineros galamsey habían muerto.

          “Es de dominio público en el país... todos sabemos que la actividad minera ilegal ha ido aumentando”, dijo Eric Asubonteng, consejero delegado de la mina AngloGold Ashanti/Obuasi.

          Un hombre funde piedras de oro para formar metales en Obuasi, un centro de negocios relacionados con el metal.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Aunque las actividades mineras de AngloGold Ashanti estaban sometidas a regulaciones estrictas de la Agencia de Protección Medioambiental y la Comisión de Minerales de Ghana, los mineros galamsey trabajan al margen de la normativa.

          “Nuestro impacto en el medio ambiente no es algo que deberíamos meter en la misma bolsa o grupo que los mineros ilegales” dijo Asubonteng. Añadió que incluso el agua que se descarga de la mina subterránea tiene que tratarse. “Pero no tenemos formas ni criterios para regular a los mineros ilegales. Todos nuestros esfuerzos son nulos”, asegura.

          Durante su ocupación, los mineros ilegales dañaron la infraestructura eléctrica y de tratamiento de aguas en la mina de AngloGold, haciéndoles retroceder al menos un año en estudios de viabilidad y mucho más en términos de confianza de los inversores, según Asubonteng. Esto era fundamental en un momento en que la mina buscaba nuevos inversores para reanudar plenamente las operaciones, lo que contribuiría a revivir la economía de Obuasi.

          Un mes después de la invasión, AngloGold Ashanti entregó el 60 por ciento de su concesión de tierras al gobierno de Ghana. Parte de esos terrenos, ricos en oro, fueron arrendados oficialmente a mineros galamsey en un esfuerzo por regular sus operaciones. No está claro si se está cumpliendo la normativa medioambiental en estas nuevas explotaciones legales, aunque ciertas anécdotas sugieren que podrían producirse sobornos durante las inspecciones.

          Un minero «galamsey» comprueba una bomba de agua en un río. Se ha culpado a la industria por liberar materiales tóxicos como mercurio y cianuro en los cursos fluviales.
          Fotografía de Marisa Schwartz Taylor

          Mirada al futuro

          Mientras tanto, los miembros de COCOBOD (Ghana Cocoa Board), el único exportador de cacao propiedad del gobierno de Ghana, y los sindicatos de agricultores han criticado públicamente la minería galamsey por suponer la mayor amenaza al cultivo de cacao en el país. Señalan que las exportaciones de cacao han estado durante mucho tiempo vinculadas a la situación económica del país, tanto que los granos de cacao están estampados en sus monedas.

          “Lo que ocurre en términos de minería ilegal en Ghana —más allá de Obuasi— es algo que, si no gestionamos con cuidado, llegará un punto en que lo perderemos del todo”, afirma Asubonteng. “Los daños que provocan los mineros ilegales en términos medioambientales, de trabajo infantil, impacto en la salud de las comunidades e impacto en el orden público son muy significativos. Ya nos ha afectado, no tenemos que esperar diez años para ver el impacto”, adhiere.

          La crisis de minería ilegal de Ghana aún tiene que afectar a los precios de chocolate a nivel mundial de forma perceptible, pero las implicaciones futuras podrían observarse en el estado actual de la plantación de cacao de Kwaku Asare. Sus cinco hectáreas de árboles de cacao, antaño abundantes, las de los 30 agricultores de esta aldea y, exponencialmente, las de más agricultores de la región, han sido remplazadas por las cicatrices de la minería.

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