Idealista y fuerte, Catalina la Grande buscó modernizar Rusia

La emperatriz alemana era una política astuta que expandió las fronteras rusas mientras intentaba reestructurar el gobierno y ayudar a la servidumbre.

Por Erin Blakemore
Publicado 11 nov 2019, 11:53 GMT-3
Un retrato de Catalina la Grande vestida para su coronación luego de arrebatarle el trono a ...
Un retrato de Catalina la Grande vestida para su coronación luego de arrebatarle el trono a su marido Pedro III en 1762.
Fotografía de Leemage, Corbis, Getty

¿Fue Catalina la Grande un déspota o una filósofa? ¿Una reina cortés que se preocupaba por su pueblo o una tirana despiadada preocupada por el sexo y el poder? Estas preguntas han causado estragos desde el reino de la emperatriz rusa del siglo XVIII. Aquí es lo que tienes que saber sobre esta formidable monarca:

Sofía Federica Augusta von Anhalt-Zerbst nació en 1729, hija de un pobre príncipe prusiano. A pesar de que su familia no contaba con dinero propio, estaban ligados a dos de las familias más influyentes en Alemania: los Anhalts y los Holsteins. La jóven Sofía fue educada en su casa por tutores y recordaba su estricta niñez como poco interesante.

Catalina la Grande posa junto a su marido Pedro III y su hijo Pablo I, quien gobernaría Rusia desde 1796 a 1801.
Fotografía de Fine Art Images, Heritage Images, Getty

Y, comparada con el resto de su vida, lo fue. A los diez años, la futura emperatriz era presentada a su marido elegido por su familia para ella, su primo segundo Carlos Pedro Ulrich de Schleswig-Holstein-Gottorp. Posteriormente conocido como Pedro III, el hombre había sido designado como futuro zar de Rusia por su tía Isabel, Emperatriz de Rusia. Isabel no se había casado, no tenía hijos y necesitaba un heredero, por lo que lo eligió a Pedro para que ocupara el trono, y a Sofía, su esposa. El presunto matrimonio del zar ruso con la princesa prusiana tenía como finalidad fortalecer la amistad de la monarquía rusa con Prusia y anular la influencia austríaca sobre la corona rusa.

A Sofía no le gustaba su futuro marido, pero sabía qué se esperaba de ella. Trabajó para hacerse querer por la emperatriz rusa Isabel y estudió mucho para su nuevo y futuro rol. Aprendió el idioma, se convirtió a la Ortodoxia oriental y cambió su nombre a Ykaterina, o Catalina, cuando fue prometida en matrimonio. En 1745, a sus 16 años, se casó. Diecisiete años después, Pedro III se convirtió finalmente en zar de Rusia.


 

Montar a caballo era uno de los pasatiempos favoritos de Catalina la Grande.
Fotografía de Sovfoto, Universal Images, Getty

Pero Pedro tenía muy pocos aliados rusos; y su esposa no era uno de ellos. Seis meses después de llegar al poder, se fue de viaje a Alemania. Catalina aprovechó su ausencia para declararse única soberana de Rusia en 1762. Pedro murió poco después; los historiadores todavía debaten si su mujer tuvo algo que ver o si fueron sus muchos enemigos políticos. 

La nueva emperatriz se puso a trabajar consolidando su gobierno y su legado. Durante su reinado, expandió las fronteras rusas considerablemente, agregando a Crimea, Ucrania, Lituania, Polonia y otro territorio; la población de Rusia casi se duplicó durante su reinado. Asimismo, intentó modernizar el gobierno y las leyes rusas, pero sus ideales influenciados por la Ilustración no eran compartidos por la nobleza rusa, la cual objetaba las leyes propuestas que eran relativamente permisivas con la servidumbre. Las leyes nunca entraron en vigencia y, durante su reinado, la nobleza aumentó su poder sobre la servidumbre. Murió en 1796 luego de 34 años de reinado. 

El largo reinado de Catalina y su astuto uso del poder político hizo que se ganara el título de “la Grande”, y se la conoce por su apoyo a las artes y la cultura.

Además, tuvo relaciones extramatrimoniales y algunos de sus amantes formaron parte de su gabinete. Aunque esto no era inusual entre la nobleza de la época y se esperaba que no se volviera a casar, sus amoríos fueron utilizados por sus enemigos para catalogarla como una ninfómana depravada. Pero lo que verdaderamente temían era su poder político. “Parece combinar todo tipo de ambición en su persona”, escribió el Barón de Breteuil, uno de sus enemigos políticos. De hecho, Catalina fue una política astuta quien, a pesar de creer personalmente en los ideales de la Ilustración, actuó dentro de un mundo de autoridad tradicional. Alimentados por la misoginia, los rumores sobre su desviación sexual y sus ambiciones excesivas persisten hasta el día de hoy.

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