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Página del fotógrafo
Tomás Ayuso
Tavo Cubas se despide de su nieta, Gimena Cubas, en la terminal de autobús de San Pedro Sula dado que su hijo y la niña huyen del país para escapar de las amenazas constantes contra la familia. Muchos barrios en Honduras están controlados por miembros de pandillas, grupos criminales y autoridades corruptas que no dudarán en cumplir con las amenazas contra aquellos que no se ajusten a las demandas.
Yosselin Ávila González, de 25 años, cuida a su hija de dos años Angely Maholi en una hamaca mientras sus otras dos hijas están paradas cerca. González no ha sentido el confort de dormir al lado de su marido desde que él emigró a Estados Unidos en enero. Él manda un poco de dinero cuando puede, pero estos envíos no son el salvavidas que algunos imaginan.
Carlos Zabala huyó de la zona rural golpeada por las sequías y se reubicó, junto a su familia, en un barrio controlado por pandillas en las afueras de Tegucigalpa con la esperanza de construir un futuro mejor. Aquí, la familia utilizó piezas de madera recuperada para construir un hogar en un acantilado en el barrio Colonia Ciudad Guzmán mientras luchan contra el desempleo y el hambre.
Anllely Benedit, hija del líder garifuna César Benedit, tira de una cuerda para ayudar a los pescadores de la comunidad a sacar del mar una red repleta de peces en Triunfo de la Cruz.
César Benedit canta un canción de protesta garifuna en su hogar en Triunfo de la Cruz junto a su hija Anllely parada a su lado.
Un tradicional refugio de palmeras da sombra en la costa caribeña de Triunfo de la Cruz, Honduras (hogar de la comunidad afroindígena garifuna). La ubicación ha sido blanco de desarrolladores que buscaron construir en tierras ancestrales.
La habitación vacía de Williams Castillo está igual a como él la dejó el 12 de abril de 2021, día en que se quitó la vida en la casa familiar de Cofradía.
En julio, tres meses después de la muerte de su mejor amigo, Víctor Quintero pudo escapar de Honduras hacia Estados Unidos. Sin embargo, la última conversación con su mejor amigo lo atormenta. Se pregunta si Billy, como lo conocían sus amigos a Williams Castillo, seguiría vivo si hubiesen huido juntos ese día que discutieron. "¿Sabes por qué duele?", se lamentaba Quintero mientras se preparaba para viajar al norte, "porque es donde queríamos ir, los dos. Es el plan que ambos teníamos para hacerle frente a nuestras vidas y mejorarlas".
Víctor Quintero, de 20 años de edad, se tatuó el nombre de su mejor amigo en la muñeca luego de que Willians Castillo, de 19 años de edad, se suicidara. Ambos tenían planeado dejar atrás la violencia en el multitudinario pueblo de Cofradía, al sudoeste de San Pedro Sula, y migrar a Estados Unidos juntos. Los psicólogos y las psicólogas de varias ONG, hospitales públicos y clínicas privadas afirman que han notado un aumento en los intentos de suicidio en los jóvenes de Honduras en los últimos meses.
Gabriela Flores, de 13 años, está dentro de la creciente cantidad de jóvenes hondureñas víctimas de violencia, hambre y desplazamiento. Comparten lo que un psicólogo de Doctors Without Borders (Doctores sin fronteras) denomina "abatimiento colectivo" en un país con elevadas tasas de violencia, desempleo y desastres inducidos por el cambio climático.