Jane Goodall: el camino hacia los chimpancés
En una entrevista exclusiva a National Geographic Latinoamérica, la mundialmente conocida exploradora recuerda momentos únicos de su primer viaje a África, el rol de su mentor y el apoyo incondicional de su madre.

Tan sólo una pequeña bolsa de viaje en la que tenía un anotador, un bolígrafo para la temporada húmeda y un lápiz para la época más seca. Unos binoculares, que no tenían gran alcance, y un plástico prolijamente doblado para utilizar en caso de lluvia. Esos fueron los elementos que constituyeron el kit de exploradora que Jane Goodall llevó a su primera expedición a Gombe, hace más de 60 años.
“Todos mis amigos cercanos sabían que yo realizaría ese viaje. Sabían que ese era mi destino, por lo que ninguno se sorprendió. Mi familia me apoyó. Sólo algunos científicos o directoras de escuela pensaron que estaba loca”, recuerda acerca de la reacción de su círculo íntimo, al contarles que saldría de expedición a África.
La primera vez que Jane llegó allí fue en 1957, a los 23 años. En aquel entonces la travesía fue en barco, trayecto que no pudo realizar por el canal de Suez, debido al conflicto entre el Reino Unido y Egipto. “Este viaje emocionante lo realicé sola y tuve la oportunidad de conocer al doctor Louis Leakey. Regresé a Inglaterra ya que estaba esperando obtener nuevos fondos”, recuerda Jane.

No pasó mucho tiempo y el dinero para retomar la exploración llegó. Pero esta vez, con una particularidad. “Apareció este requisito en el que ‘Jane’ necesitaba un acompañante. No fui yo quien convenció a mi madre para acompañarme, sino Louis Leakey, porque quería a alguien que no compitiera conmigo. Y él sabía perfectamente que esta extraordinaria y alentadora madre no dejaría de apoyarme en lo que Leakey pensaba que serían tiempos muy difíciles”, reconoce la experta en chimpancés.
Jane cuenta que su madre aceptó desde el principio y relata que, incluso, fue más valiente que ella. “Yo estaba viviendo mi sueño en la selva. Pero también había escorpiones, ciempiés, serpientes que a mí no me preocupaban … pero… pobre mamá”, recuerda. Y, a pesar de las experiencias inusuales que ese ámbito pudo haber presentado, la exploradora reconoce: "Siempre estuvo ahí para apoyarme y levantar mi moral".

"Tiempo después, aprendí que en la sociedad de los chimpancés también hay buenas y malas madres. Hay buenas madres que protegen a sus hijos, pero no los sobre-protegen. Y ahora, que lo volvemos a ver después de tantos años, resulta obvio que a los hijos de madres alentadoras les va mejor”, afirma la primatologa.
En sus primeras semanas de trabajo de campo, Jane tuvo que enfrentar la dificultad de no poder acercarse a los chimpancés. En ese momento, su madre le recordaba que, desde su lugar de observación, estaba aprendiendo que los chimpancés viajaban -en pequeños o grandes grupos-, qué comían o cómo dormían. “Pero al mismo tiempo sabía que si no me acercaba no podría reconocer (a los chimpancés) como individuos y la investigación no tendría sentido. Mi sueño se terminaría y, en segundo lugar, decepcionaría a Louis Leaky y él realmente se había arriesgado por mí. Sin embargo, nunca pensé en rendirme porque nunca me he rendido. Supongo que soy obstinada”, concluye sonriente Jane.
