Cómo nació la tradición del disfraz de Halloween
El Cementerio de Oaxaca en la noche durante el Día de Muertos en Oaxaca, México.
El Halloween moderno es una gran mezcla de costumbres y celebraciones de diferentes culturas. Los eruditos remontan su origen más antiguo a un festival celta llamado Samhain, del cual muchas tradiciones siguen vivas en la actualidad.
El libro Celtic Myths: A Guide to Ancient Gods and Legends, escrito por la arqueóloga británica Miranda Green en 1990, es uno de los que establece esta conexión: “La tradición de Samhain ha sobrevivido hasta los tiempos modernos en las fiestas de Halloween y el Día de los Muertos”.
También según Green, los celtas fueron un grupo de pueblos que ocuparon toda Europa, principalmente donde hoy se encuentran Inglaterra, Gales, Escocia y las dos Irlandas, hace más de 2500 años.
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En la publicación, la arqueóloga explica que durante el otoño del hemisferio norte, que comienza en septiembre, los celtas creían que las almas de los muertos vagaban por la Tierra. Alrededor de lo que ahora es el 31 de octubre, encendían numerosos fuegos para ahuyentarlos e iluminar la fría noche.
Halloween: disfraces del Festival Celta
La fecha simbólica, según Green, se originó para marcar cuándo se rompen las barreras entre el reino de los muertos y el de los vivos, lo que significa un período de gran peligro.
Por ello, y para esconderse de los malos espíritus, los celtas se vestían con pieles de animales y máscaras con la esperanza de no ser reconocidos como humanos.
Los disfraces también servían de protección contra algunas de las deidades de esos pueblos que, en ocasiones, también podían jugar malas pasadas a sus adoradores.
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¿Por qué se celebra Halloween hasta el día de hoy?
En los siglos siguientes, con la conquista del Imperio Romano por parte de Europa, la religión católica se mezcló con las creencias locales y acabó apropiándose de diversos rituales paganos.
El vínculo con el reino de los muertos, por ejemplo, fue incorporado por la Iglesia Católica, según el libro de Green. En el año 998 d.C., la Iglesia instituyó el Día de Muertos para honrar a las almas de los difuntos.
El acto de disfrazarse también continuó el día 31, y evolucionó hacia disfraces cada vez más elaborados, aterradores y divertidos. Además, la idea de hacer bromas, como hacían las deidades según la creencia celta, también continúa hasta nuestros días.