La historia de los buscadores urbanos de hongos psicodélicos

Pese a que su uso terapéutico o medicinal no ha sido aprobado todavía, ya ha comenzado la investigación científica sobre el potencial para la salud mental de los hongos psicodélicos que crecen en espacios urbanos en el noroeste de los Estados Unidos.

Por Daniel Merino
Publicado 9 may 2022, 04:24 GMT-3

De la docena de hongos urbanos comunes que crecen en la costa noroeste del Pacífico, hay tres que son de particular interés para los cazadores de hongos mágicos, los potentemente psicodélicos Psilocybe cyanescensPsilocybe allenii y Psilocybe ovoideocystidiata (mostrados aquí). Cuando los hongos que contienen psilocibina, como el Psilocybe ovoideocystidiata, son aplastados o magullados, se vuelven de un azul violáceo intenso. Basta solamente con ingerir unos pocos hongos, frescos o secos, para desencadenar sus efectos psicodélicos.

Fotografía de Michael Christopher Brown

Cada invierno y primavera en los Estados Unidos, cuando las condiciones son las adecuadas, empieza a suceder algo mágico en los estados de California, Oregón y Washington. Tras unas buenas lluvias, algunas noches frescas y un poco de sol, el moho blanco que crece en los innumerables lechos de viruta de madera comienza a producir hongos.

Al pasear por cualquier barrio de San Francisco no es raro ver una docena de especies de hongos urbanos creciendo en los jardines y en las zonas verdes de los edificios de oficinas o en los complejos de apartamentos. Pero para los que saben, hay tres de especial interés: los fuertemente psicodélicos Psilocybe cyanescens, Psilocybe allenii y Psilocybe ovoideocystidiata

Los P. cyanescens y P. allenii son dos de los cientos de especies de hongos psilocibios que contienen el compuesto alucinógeno psilocibina. La investigación sobre estos hongos psicodélicos está aún en sus inicios, pero la mayor parte de los trabajos actuales se centran en explorar su potencial para tratar problemas de salud mental, como el trastorno de estrés postraumático y la depresión. Aún así, todavía queda mucho por aprender sobre su biología, ecología e historia evolutiva.

Jordan Jacobs muestra a una compañera recolectora un Psilocybe ovoideocystidiata, en un pequeño parque ubicado entre una casa y una escuela secundaria, cerca de Bellevue, estado de Washington.

Fotografía de Michael Christopher Brown

Para empezar, el lugar en el que crecen en la naturaleza es en realidad un pequeño misterio. “Puedes pasear por los bosques de California eternamente y no los verás”, afirma Alan Rockefeller, micólogo jefe de la empresa farmacéutica internacional Mimosa Therapeutics. Y, sin embargo, son de lejos las especies psicodélicas más buscadas en los Estados Unidos, en parte porque el noroeste del Pacífico se ha convertido en el epicentro de estos hongos mágicos amantes de la madera que aparecen en los paisajes urbanos.

Estos hongos “se alimentan de la madera vieja”, explica Jason Slot, biólogo que estudia la genética evolutiva de los hongos en la Universidad Estatal de Ohio. No quieren la madera recién caída, sino el material que está un poco más descompuesto, dice. En estas maderas, “hace tiempo que los azúcares han desaparecido y otros hongos ya han tenido su oportunidad con los carbohidratos más simples, como la celulosa”. En pocas palabras, les encantan las virutas o astillas de madera.

Así que, al igual que las ratas, las palomas y las cucarachas, estos hongos, que son de los más potentes entre los psicodélicos, no sólo sobreviven, sino que prosperan en los entornos urbanos y suburbanos llenos de lechos de astillas de madera

“Los humanos hacemos cosas extremadamente antinaturales: levantamos grandes junglas de hormigón en las que depositamos abundantes cantidades de viruta de madera”, comenta Jordan Jacobs, un recolector de hongos y químico que dirige un laboratorio en Oregón donde se testean los hongos mágicos. “Es fascinante que un hongo psicoactivo que tiene potenciales efectos duraderos en la conciencia humana haya decidido que este nicho ecológico le viene bien”.

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    Un Psilocybe ovoideocystidiata se yergue junto a las proyecciones con forma de dedos de otro hongo, el Xylaria, cohabitando en un pedacito de madera. El Xylaria crece en madera descompuesta y se usa comercialmente para agregar colores y patrones a la madera, un proceso llamado spalting (pigmentación fúngica de la madera).

    Fotografía de Michael Christopher Brown

    Hábitat expuesto y una defensa psicodélica

    Tanto los P. cyanescens como los P. allenii son pequeños (nunca crecen más de siete o doce centímetros) y tienen “sombreros” de color marrón castaño, tallos blancos y esporas de color púrpura oscuro. La única diferencia entre los dos es que los sombreros de los P. cyanescens tienen un borde ondulado característico, por lo que se los denomina popularmente como sombreros ondulados. Los P. ovoideocystidiata, también llamados ovoides, tienen un aspecto similar, pero son un poco más grandes y con tallos más gruesos. Como la mayoría de las especies de psilocybe, estos hongos adquieren un color azul violáceo intenso cuando son aplastados o magullados.

    En todo el mundo, los hongos mágicos son habitualmente encontrados en el estiércol de los herbívoros, donde el animal y otros hongos ya han aprovechado los nutrientes. Slot cree que esta preferencia por los hábitats expuestos, como las virutas de madera y los montones de estiércol, puede haber conducido a la evolución de los compuestos psicodélicos.

    “Los hongos son realmente nutritivos para comer”, explica Slot, y debido a que ni el estiércol ni los trozos de madera sueltos ofrecen mucha protección, cree que los hongos probablemente desarrollaron la capacidad de producir compuestos psicoactivos como defensa contra los animales de pastoreo. La investigación ha demostrado que la psilocibina se une a ciertos receptores en el cerebro de las ratas, por lo que Slot plantea la hipótesis de que “las altas poblaciones de pequeños mamíferos podrían proporcionar suficiente presión de selección sobre el hongo para apoyar la evolución de un compuesto neuroactivo”.

    Los investigadores aún no han indagado seriamente sobre si los animales experimentan alguna reacción psicodélica al consumir psilocibina, pero teniendo en cuenta cómo responden los humanos a ellas, Slot señala con una risa que “no se puede dar por sentado que necesariamente a todos los animales les desagrada drogarse”.

    Jordan Jacobs, un buscador de hongos mágicos con fines recreativos, peina las virutas de madera en busca de su botín fúngico.

    Fotografía de Michael Christopher Brown

    Especies globales 

    El origen geográfico de estos hongos mágicos es igualmente misterioso. El P. cyanescens fue descrito por primera vez en un artículo de 1946 escrito por Elsie Wakefield, una micóloga y fitopatóloga que los encontró en los jardines de Kew, en Gran Bretaña. Kew es un extenso jardín botánico con una colección de decenas de miles de especies de plantas y hongos vivos recogidos en todo el mundo, además de millones de muestras secas. 

    “Desde luego, no es ahí donde evolucionó”, confirma Rockefeller, que es uno de los micólogos más conocidos que estudian las especies de psilocybe. Es capaz de pronunciar los nombres en latín más rápido de lo que la mayoría de la gente puede entender y tiene un conocimiento casi enciclopédico de los hongos de la costa oeste de los Estados Unidos.

    Dice que las pruebas genéticas apuntan a Australia o al noroeste del Pacífico como su hogar ancestral. Pero hoy en día, el P. cyanescens es una especie global cuya historia natural está fundamentalmente vinculada a las personas. Ha sido documentado en la mayor parte de Estados Unidos, en toda Europa, en Sudáfrica, en Nueva Zelanda y en Australia.

    La historia del origen del P. allenii es igualmente confusa. Pero en el artículo de 2012 que describió por primera vez al P. allenii, Rockefeller y sus colegas lo califican de sinántropo, un organismo que prospera en lugares construidos por y para los humanos. Aunque el origen del P. ovoideocystidiata es menos misterioso (crece de forma salvaje en el Valle del Río Ohio) hoy en día las tres especies de hongos están en sintonía con la expansión humana.

    Izquierda: Arriba:

    Un puñado de fragmentos de madera en un jardín de Portland se tiñen de blanco con el moho de otro hongo psicodélico, el Psilocybe azurescens.

    Derecha: Abajo:

    Jordan Jacobs busca entre las virutas de madera en un barrio donde ya ha encontrado Psilocybe previamente.

    FOTOGRAFÍAS DE Michael Christopher Brown

    “Existen gracias a los entornos que creamos. Quién sabe si alguna vez sabremos de dónde vienen”, se pregunta Slot. “Los cyanescens simplemente están siguiendo los lugares donde generamos viruta”.

    Viruta, humedad, hongos

    En zonas relativamente frías y húmedas como los estados de Washington y Oregón, los P. cyanescens y los ovoides pueden encontrarse creciendo en entornos más naturales, incluyendo los pastos de las dunas costeras y a lo largo de los arroyos, pero lo que realmente les gusta es la viruta regada regularmente. Y una vez que se avanza hacia el sur de California, las tres especies se convierten en hongos exclusivamente urbanos.

    Rockefeller ha pasado más tiempo que la mayoría buscando hongos mágicos y aporta a su práctica de recolección la perspectiva única de un naturalista.

    “Les gusta mucho que las virutas de madera se mojen”, dice. “Definitivamente, los veo en los lechos de viruta del parque Golden Gate. Los jardines de los edificios de oficinas también son un buen hábitat”. Los complejos de apartamentos de la zona de la Bahía (de San Francisco) son muy parecidos y en un giro maravilloso, según Rockefeller, “los verás en la comisaría y el ayuntamiento”.

    Jacobs, un recolector de hongos recreativo que dirige un laboratorio de testeos, encontró sus primeros hongos mágicos en el campus de la Universidad Estatal de Humboldt, en California, donde era estudiante. “Salía de un examen un viernes, me dirigía a mi apartamento y por el camino encontré unos Psilocybe allenii. Y bueno, eso es más barato y mejor que la cerveza”.

    Los cazadores de hongos con la cesta en mano comienzan a buscar en un parque de Seattle, estado de Washington.

    Fotografía de Michael Christopher Brown

    Según Rockefeller, los hongos mágicos urbanos no son precisamente raros, pero tampoco van a brotar de cada pedazo de madera. 

    “Si sólo tienes unos pocos metros cuadrados de viruta, tienes mucho menos de un 1% (de posibilidades) de encontrarlos allí. Pero si puedes encontrar algún tipo de parque de un edificio de oficinas con un kilómetro cuadrado de viruta, entonces puedes pasear toda la tarde y habrá varios brotes”.

    Cómo se propagan

    Los P. cyanescens, P. allenii y P. ovoideocystidiata probablemente se originaron en las regiones del Noroeste y el Medio Oeste de la costa del Pacífico estadounidense, respectivamente. Pero ahora crecen en la mayor parte del país, aunque también en Europa y en otras regiones del mundo sorprendentemente distantes. Esto plantea una pregunta obvia: ¿Cómo están llegando hasta ahí?

    La respuesta más sencilla es la natural, explica Jessie Uehling, bióloga de hongos de la Universidad Estatal de Oregón: las esporas son transportadas por el viento. 

    “Las esporas son como las semillas de un hongo”, dice. “El aire entra y se mueve por debajo del sombrero, recoge las esporas y sigue su camino”. Esas esporas aterrizan entonces en una parcela no colonizada de astillas de madera y, si las condiciones son adecuadas, comienzan a crecer. “Están preparadas para colonizar un recurso en cuanto esté disponible”.

    Existe otra teoría en la comunidad de los hongos, en parte leyenda, en parte ciencia, sobre cómo el P. cyanescens consigue aparecer en tantos lugares. En 2001, dos micólogos británicos publicaron un estudio en el que analizaron cómo los hongos amantes de los fragmentos de madera, incluido el P. cyanescens, se estaban extendiendo por Inglaterra. En él, escriben que estas especies pueden haber infestado la cadena de suministro de la viruta.

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