Huesos infantiles primitivos profundizan el misterio acerca de un enigmático pariente humano

Los dientes y los fragmentos de cráneo encontrados en los laberintos de la cueva sudafricana avivan el debate sobre cómo vivía el Homo naledi y cómo se deshacía de sus muertos.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 13 nov 2021, 07:00 GMT-3
The Chute

Antropóloga Marina Elliott, sentada a la entrada del sistema de cuevas Rising Star de Sudáfrica. Su equipo descubrió los nuevos restos en un pasaje remoto de la red de túneles de la cueva.

Fotografía de Robert Clark

En una estrecha grieta a unos 45 metros bajo tierra en el sistema de cuevas Rising Star de Sudáfrica (“Estrella Ascendiente”, traducción libre), Becca Peixotto se escurrió entre las paredes rocosas para doblar una curva. Centímetro a centímetro, retorció su cuerpo a través del pasaje tortuoso, volviéndose casi boca abajo para llegar a un pequeño saliente donde le aguardaba un tesoro científico: los dientes y los fragmentos de hueso de un niño que vivió hace más de 240.000 años, un enigmático pariente humano conocido como Homo naledi.

El hallazgo es otro más de los casi 2.000 huesos y dientes de H. naledi recuperados de Rising Star desde que los espeleólogos encontraron los primeros fósiles en 2013. Los restos del niño –que se estima habría muerto entre las edades de cuatro y seis años– incluyen seis dientes y 28 fragmentos de cráneo.

Ninguno de estos hallazgos han sido fáciles debido a los vertiginosos acantilados y pasajes tan estrechos que obligaron a los espeleólogos a exhalar aire para comprimir sus cajas torácicas. Pero los últimos movimientos contorsionistas ejecutados por Peixotto, arqueóloga de la Universidad Americana en Washington, DC, y los miembros de su equipo han sido algunos de los más desafiantes hasta la fecha.

La laberíntica aventura para encontrar los restos del niño, apodado “Leti” por la palabra tswana que significa “perdido”, plantea una pregunta persistente acerca de estos misteriosos parientes humanos: ¿cómo y por qué se aventuraron tan profundamente en esta cueva oscura y retorcida?

“Nadie en el equipo esperaba encontrar huesos de naledi en estas situaciones”, dice John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos. “Estamos adentrándonos en lugares que están a muchos metros de pasajes inaccesibles”.

El hallazgo del niño, descrito en un nuevo estudio publicado en la revista Paleoantropology, fue parte de una iniciativa realizada en 2017 y 2018 para explorar las áreas más profundas de la cueva. El equipo cartografió más de 300 metros de nuevos pasajes y describió el sistema como un laberinto, en un segundo estudio. El estudio reveló solo una entrada desde el sistema de cuevas más grande al subsistema Dinaledi, donde se había encontrado la mayoría de los restos de H. naledi. Los últimos restos se encontraron más adentro del subsistema, depositados a más de 30 metros de su apertura.

Los hallazgos sugieren que los restos mortales pueden haber sido traídos deliberadamente por otro H. naledi como una forma de deshacerse intencionalmente de sus muertos, afirman los autores del estudio. “No hay otra razón lógica por la que el cráneo de este niño se encuentre en una ubicación extraordinariamente difícil de llegar y peligrosa”, dijo Lee Berger, líder de la Expedición Rising Star, paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica y Explorador General de National Geographic, en una conferencia de prensa sobre el hallazgo.

Sin embargo, algunos científicos que no han participado en el estudio aún no están convencidos. El hecho de que el H. naledi llevara a sus muertos a una cueva tiene un gran significado para los paleoantropólogos y arqueólogos. Este tratamiento intencional de los fallecidos implica un nivel de complejidad cultural que se consideraba exclusivo de nuestra especie.

“Nuestra reacción a la muerte, nuestro amor por otras personas, nuestros lazos sociales, ¿en qué medida son rasgos que dependen de la naturaleza humana?”, se pregunta Hawks.

Laberinto geológico

La desconcertante mezcla de características antiguas y modernas del H. naledi entusiasmó a los científicos después del hallazgo de la especie, anunciado en 2015, que demuestra que la evolución humana es más compleja de lo que se creía. Pero uno de los aspectos más sorprendentes sobre estos homínidos de baja estatura es lo difícil que ha sido recuperar sus restos mortales, lo que sugiere que debe haber sido difícil para ellos aventurarse tan profundamente en la cueva.

La cámara Dinaledi de la cueva contiene los restos de al menos 15 Homo naledi, uno de los cuales se muestra en la composición del esqueleto arriba.

Fotografía de Robert Clark

En 2013, el primer equipo de excavación estaba compuesto por seis científicas, todas mujeres expertas en espeleología y, lo más importante, lo suficientemente pequeñas como para caber en el laberinto geológico de la cueva. A lo largo de los años, las expediciones financiadas en parte por la National Geographic Society han reunido al menos a 20 individuos de H. naledi, 15 de los cuales se encontraron en una sola cámara en el subsistema Dinaledi.

Estas concentraciones de cuerpos suelen ser el resultado de la llamada “trampa mortal”, una cavidad subterránea que se abre a la superficie donde pueden caer animales o personas desprevenidos. Pero estas trampas matan a una variedad de animales, como los que se encuentran en la cueva de Malapa, en Sudáfrica, mientras que la gran mayoría de los huesos en Rising Star son exclusivamente de H. naledi.

Según el equipo del estudio, muchas otras explicaciones sobre cómo acabaron los restos en la cueva también son inverosímiles. Es poco probable que los carnívoros arrastraran a individuos de H. naledi a la cueva porque los huesos no muestran signos de marcas de dientes. Los restos tampoco parecen haber sido llevados a la cueva por el agua, ya que algunas partes del cuerpo se encontraron casi intactas, incluso una mano con los huesos dispuestos como lo harían en vida: con la palma hacia arriba y los dedos curvados hacia dentro.

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    Marina Elliott explora una cámara lateral con la paleontóloga Ashley Kruger durante la expedición de 2013. Elliott fue una de las seis científicas de la expedición con la estructura física y las habilidades necesarias para acceder a la cámara Dinaledi.

    Fotografía de Elliot Ross

    Sin embargo, entrar en la cueva habría sido peligroso, especialmente llevando un cadáver. Una inspección minuciosa del único punto de entrada del sistema sugiere que, en la época de los H. naledi, había dos formas de bajar: un descenso casi vertical de 12 metros que era como pequeño canal o una red de grietas casi inaccesibles en una de las paredes del ese canal.

    Inicialmente, el equipo propuso que los H. naledi se deshacían de sus muertos en la caída vertical que conducía a la cámara. Pero las excavaciones adicionales revelaron tres sitios arqueológicos, incluido el del niño recién descubierto, más profundos en la cueva.

    “Estos son lugares en los que el material óseo del Homo naledi no podría estar presente, a menos que el Homo naledi estuviera en este subsistema, lo que significa que los individuos vivos de la especie bajaban por el pequeño canal y entraban en esta cueva”, dice Hawks.

    Una nube de dudas

    Otros científicos, sin embargo, aún no están convencidos. La cartografía y los huesos recién encontrados “no demuestran todavía que los restos hayan sido depositados deliberadamente por otros humanos”, escribió por correo electrónico Paul Pettitt, arqueólogo de la Universidad de Durham. Pero añade que el último hallazgo “lo hace más probable”.

    Él y otros investigadores sugieren que todavía hay explicaciones alternativas que deben descartarse. Quizás los homínidos utilizaban las cuevas para algún fin y murieron allí, sugiere Aurore Val, estudiante postdoctoral de la Universidad de Tübingen.

    Señala a los babuinos, que a menudo pasan las noches —y a veces mueren— en las cuevas. Los babuinos muertos suelen ser muy jóvenes o viejos y mueren por una variedad de causas naturales, como enfermedades, dice. En un estudio reciente, Val y sus colegas encontraron una distribución similar de jóvenes y ancianos entre los restos de H. naledi en Rising Star y babuinos en la cueva Misgrot, también en Sudáfrica. “No digo que hayamos resuelto el misterio”, advierte Val. “Pero creo que vale la pena explorar esta posibilidad”.

    Los científicos acaban de empezar a develar los innumerables secretos del sistema de cuevas Rising Star –y están entusiasmados con lo que puede quedar por descubrir.

    Fotografía de Robert Clark

    También es necesario un trabajo más detallado para documentar a fondo la geología de la cueva y sus transformaciones a lo largo de los milenios. Y fechar a Leti y otros fósiles recién descubiertos también puede ayudar a definir cómo era la cueva en el momento en que se depositaron los restos de los homínidos, señala Andy Herreis, paleoantropólogo y geoarqueólogo de la Universidad La Trobe, en Australia, y explorador de National Geographic. “Las cuevas son lugares complejos”, escribe en un correo electrónico. “Los pasajes se abren y las entradas se derrumban a través del tiempo”.

    Aunque la cueva ha cambiado un poc, con la caída de rocas y el estrechamiento de algunos pasajes debido a la acumulación de depósitos minerales, los análisis anteriores del equipo sugieren que la estructura principal del subsistema Dinaledi se ha mantenido bastante estable durante miles de años, dice Marina Elliott, autora del estudio, antropóloga de la Universidad Simon Fraser que dirigió las excavaciones de la cueva entre 2013 y 2019.

    Sin embargo, el debate seguramente está lejos de haber terminado. La confirmación de que el H. naledi enfrentaba a los pasajes sinuosos de la cueva para deshacerse de sus muertos supondría un cambio importante en la teoría aceptada por muchos científicos. El Homo sapiens es la única especie viva que entierra deliberadamente a sus muertos, aunque algunos neandertales también pueden haber adoptado las mismas prácticas.

    Tal vez no sea tan sorprendente que otros homínidos se deshagan deliberadamente de sus muertos, dice Elliott.

    “Como humanos, nos gusta sentirnos especiales y no apreciamos cuando otras especies hacen lo mismo”, continúa. Pero se ha demostrado que muchos rasgos que los científicos consideraban anteriormente como características definitorias del Homo sapiens, como la fabricación de herramientas, se comparten con otros homínidos y primates.

    Elliott reconoce que quedan muchas preguntas sin respuesta y los dos nuevos estudios parecen profundizar el misterio. “Pero obviamente esto es algo bueno”, dice. “Nos ofrece mucho que estudiar”.

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