¿Por qué los humanos practicamos ciertos rituales? Las enfermedades y sentirse en peligro serían las principales razones

Si bien los orígenes de muchos rituales son desconocidos, una investigación actual sugiere que los humanos llevan adelante prácticas sociales para protegerse de amenazas o para poder lidiar con ellas.

Por Tim Vernimmen
Publicado 20 ene 2021, 19:09 GMT-3
El Chhath Puja, celebrado en ciertas regiones de India, Nepal y otros países, es una antigua ...

El Chhath Puja, celebrado en ciertas regiones de India, Nepal y otros países, es una antigua festividad védica hindú en honor al dios sol Surya. Durante la celebración, se realizan varios rituales, como bañarse en agua bendita, ayunar y permanecer en el agua durante al menos una hora para pedir protección para las familias.

Fotografía de Diana Bagnoli, Laif, Redux

A principios de este mes, se llevó a cabo uno de los festejos ritualistas más grande que tiene el mundo que es el Año Nuevo. Los detalles y las prácticas específicas de cada celebración varían según las zonas y las culturas: algunos cocinan guisantes y verduras (sureste de los Estados Unidos), otros comen una uva por cada campanada de relos a la medianoche (España) y también hay quienes queman efigies que representan el año anterior (Centro y Sudamérica).

Todas las culturas desarrollan rituales, es decir, prácticas simbólicas que se repiten y que tienen un objetivo determinado, aunque muchas veces no pueda explicarse cómo se concreta. Muchos rituales sirven para reforzar un sentido de comunidad y creencias comunes, pero la enorme diversidad también puede alienar y separar a las personas, en especial cuando los rituales que una cultura atesora resultan muy extraños para otra cultura.

La mayoría de los expertos que estudian estas prácticas consideran que el elemento más característico de un ritual es su origen incierto. Pero recientemente se ha especulado que antes de que los rituales se volvieran puramente sociales y con un fin específico, es probable que hayan surgido con el fin de evitar desastres.

Según los autores de varios artículos publicados en un número especial de la revista Philosophical Transactions of the Theatre of the Royal Society, es probable que los ritos hayan servido para perpetuar comportamientos que las personas creían vitales para mantenerse a salvo, incluso luego de olvidarse la razón inicial de un determinado comportamiento.

Las formas ritualizadas para preparar ciertos alimentos o limpiar el cuerpo, por ejemplo, pueden haber surgido como pautas para prevenir enfermedades. Muchos rituales también sirven de consuelo para poder lidiar con situaciones traumáticas y, una vez que se consolidan como práctica común, permiten reforzar el sentido de comunidad de un grupo de personas.

Hoy, con la pandemia de COVID-19, se están adoptando nuevos comportamientos en respuesta a esta amenaza; todavía es demasiado pronto, sin embargo, para saber si alguno de estos comportamientos se convertirá o no en un ritual. Según Mark Nielsen, psicólogo de la Universidad de Queensland en Australia, esto solo ocurre cuando la importancia social del comportamiento prevalece sobre su uso práctico para evitar enfermedades o desastres. Esto sería lo que distingue a los rituales de otras prácticas culturales, como la cocina.

“Cuando aprendes a cocinar un plato, sigues una receta, pero una vez que lo has hecho varias veces, ya lo preparas a tu manera”, sostiene. Y agrega que ese tipo de aporte personal no suele darse en las prácticas ritualizadas que se repiten cuidadosamente hasta que "pierden su valor funcional y pasan a realizarse por su valor social".

La confianza en la repetición

En las regiones donde los desastres naturales y las enfermedades son moneda corriente, y reina la amenaza de violencia y enfermedades, las sociedades tienden a ser "más estrictas", en el sentido de que tienen normas sociales más rigurosas y una menor tolerancia al comportamiento desviado, explica Michele Gelfand, psicóloga de la Universidad de Maryland. También suelen ser más religiosos, por lo que los comportamientos ritualizados son prioritarios.

Según la investigación de Gelfand, las personas respetan las pautas sociales de distinto modo cuando se enfrentan a amenazas o perciben un peligro inminente. En 2011, tras el lanzamiento de la película Contagio (ficción de una pandemia mundial), Gelfand y sus colegas confirmaron que las personas que salían del cine sentían más hostilidad hacia los que incumplen las pautas sociales.

Cuando estamos en sincronía, o realizamos las mismas acciones de una manera predecible, como suele ocurrir en los rituales, se crea una reconfortante sensación de unión. Y ante el peligro, la cooperación grupal puede ser un asunto de vida o muerte.

"La cultura del ejército es un claro ejemplo", sostiene Gelfand. Los movimientos grupales sincronizados de las fuerzas militares preparan a los soldados para actuar como una unidad sólida a la hora de enfrentar situaciones extremas.

Los rituales también sirven para superar otros tipos de miedo y ansiedad. Martin Lang de la Universidad Masaryk en la República Checa considera que los rituales son un elemento reconfortante dado su grado de previsibilidad. Junto a su equipo descubrió, por ejemplo, que las mujeres de la isla de Mauricio se sentían menos ansiosas por dar un discurso público si antes repetían una oración en un templo hindú.

La naturaleza humana de los rituales

Otros primates han demostrado desarrollar algunas prácticas que mantienen cierta similitud con los rituales, comenta el primatólogo Carel van Schaik de la Universidad de Zurich, Suiza, quien ha estudiado la evolución de la cultura en los orangutanes. Como todos los animales, los primates nacen con instintos para evitar el peligro y la enfermedad, y también pueden aprender a prevenir riesgos tras haber padecido una mala experiencia o al observar a otros miembros de su grupo.

Sin embargo, los investigadores no han encontrado evidencia de que los primates no humanos participen en verdaderos rituales, sostiene van Schaik. "Solamente existen en nuestras culturas, y surgieron en el entorno inusual que creamos para nosotros".

Van Schaik cree que muchos rituales sociales se originaron cuando los humanos comenzaron a habitar grupos cada vez más grandes, en especial cuando la agricultura hizo posible que grandes poblaciones vivieran en el mismo lugar. “Esa decisión expuso a los seres humanos a todo tipo de violencia, desastres y enfermedades, desde conflictos internos hasta guerras y enfermedades infecciosas que hoy podrían propagarse rápidamente por pueblos enteros”, explica.

Para evitar que ocurran estas catástrofes, los seres humanos elaboran una operación particular. “Al tener una mentalidad muy social, lo más factible era interpretar cualquier manifestación negativa o desdicha como algo que alguien (sea un espíritu, un demonio o un dios) se propuso hacernos porque nuestro comportamiento fue reprochable. Por eso, la reacción era buscar cómo evitar que estos desastres ocurrieran nuevamente”, agrega Schaik.

Muchos rituales religiosos, por ejemplo, consideran la higiene, la sexualidad o la forma en que tratamos los alimentos en estrecha relación con el riesgo de enfermedades, mientras que otros están vinculados a los asuntos familiares que suelen originar conflictos de dinero. No todos los rituales son efectivos porque no siempre se conoce la fuente del riesgo que estamos tratando de controlar. “Pero algunos funcionaron”, cuenta van Schaik.

A veces, los rituales que surgen como respuesta a un riesgo se mantienen debido a su vínculo estrecho con la prevención de riesgos. En el estado rural indio de Bihar, por ejemplo, donde la tasa de mortalidad materna e infantil en el parto es muy alta, la científica cognitiva Cristine Legare de la Universidad de Texas en Austin registró 269 ​​rituales asociados con el embarazo y el nacimiento. “La mayoría de ellos busca evitar resultados negativos”, explica.

Una buena parte de estos rituales perinatales, entre estos, la comida que se prepara para que la madre ingiera durante el Chhathi (un ritual hindú que se practica al sexto día del nacimiento) son totalmente compatibles con las indicaciones médicas actuales, explica Legare. "Muchos son inocuos, pero también existen rituales que resultan peligrosos, como bañar al bebé inmediatamente después del nacimiento o alimentarlo con fórmula hasta que un sacerdote o un imam lo bendiga para comenzar a amamantar, debido a la escasez de agua limpia”.

Esto confirma la solidez de algunos rituales, que si bien son contraproducentes, de todos modos, adquieren importancia social, comenta Legare, quien estudia estas prácticas para aprender cómo promover un comportamiento saludable de forma respetuosa. "Es importante tener en cuenta que, para la mayoría de las personas, los procedimientos de la medicina moderna son tan inciertos como los rituales".

Si bien los rituales tradicionales se han heredado con éxito a lo largo de varias generaciones, las prácticas de la medicina moderna son relativamente nuevas. “Cuando un médico dice, lo siento, pero no hay nada más que podamos hacer, probablemente sea cierto, pero también es muy desalentador. Por eso, muchas personas deciden buscar opciones alternativas", cuenta Legare.

La evolución de los rituales

En la era de la pandemia, las indicaciones sanitarias, como lavarse las manos, en cierta forma, se han convertido en un ritual. Las autoridades nos aconsejan cómo debemos frotarnos las manos y durante cuánto tiempo, lo que nos da la tranquilidad de que después de 20 segundos, ya estamos completamente desinfectados.

Otras prácticas sociales, como los saludos con el codo y los abrazos al aire, también se están poniendo de moda. Y usar mascarilla (o elegir no hacerlo) ha pasado a significar una prueba de lealtad a un grupo social, así como una forma científicamente válida de reducir el riesgo de transmisión de enfermedades. No sabemos si estas prácticas se mantendrán hasta el punto de que olvidemos por completo la razón que nos llevó a implementarlas, y logren consolidarse como verdaderos rituales. Pero nuestros esfuerzos por comprender por qué llegó esta pandemia, desde explicaciones religiosas hasta la teoría de que los humanos han provocado enfermedades al dañar el medio ambiente, evocan los interrogantes de nuestros antepasados ​​cuando buscaban saber qué habían hecho para merecer las catástrofes.

Por suerte, dice Gelfand, nuestros interrogantes también han impulsado la investigación científica, lo que nos coloca en una mejor posición a la hora de prevenir futuras catástrofes. "Cuando todo el mundo se haga preguntas, lograremos un gran aprendizaje", sostiene Gelfand.

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