Expedición Antártida: 6 escaladores, 17 días, 15 cumbres

Con temperaturas heladas, rocas que se desmoronan y pendientes peligrosas, este equipo de escaladores de múltiples generaciones se las arregló para acumular rutas épicas en la Tierra de la Reina Maud.

Por Andrew Bisharat
Publicado 29 ene 2018, 14:23 GMT-2
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Conrad Anker escala una nueva ruta —una que vio ni bien puso un pie en la cadena montañosa— en la cara oeste del Ulvetana de la Antártida, en su intento de llegar a la cumbre.
Fotografía de Savannah Cummins, The North Face

Muy por encima del entorno montañoso y extraño de la "Tierra de la Reina Maud", en la Antártida, cuatro escaladores se balanceaban por el borde expuesto de granito movedizo que no era más ancho que una plancha de madera y se elevaba a un ángulo marcado de 80 grados. La cumbre de Holtanna, el molar de granito del tamaño de "El Capitán" que se elevaba de la capa de hielo, se encuentra a unos cien pies de distancia. Ese día hacía frío, aun para los climas acostumbrados de la Antártida.

Savannah Cummins, Alex Honnold, Anna Pfaff y Cedar Wright llevaban todas las capas posibles. Sabían que debían mantenerse en movimiento, no bastaba con mantenerse abrigados para sobrevivir. Escalaron con guantes de felpa y abrigos acolchados, lo que Wright llamaba su “traje especial terrestre”.

“No debería haber vida en la Antártida”, escribió luego. “Es una prueba de supervivencia constante. Si dejas tus guantes y tu chaqueta cuando vas a escalar, te congelas o, lo que es peor... ¡mueres congelado!”, asegura.

Los escaladores podían ver los techos de sus carpas amarillas miles de pies abajo, posados como broches de oro difusos sobre la expansión de hielo insondable. Además de tres compañeros de equipo en esas carpas, no había nadie más en cientos de millas a la redonda.

Anna Pfaff abre el camino hacia el pico sin nombre del Colmillo de la Mandíbula del Lobo.
Fotografía de Savannah Cummins, The North Face

La montaña dejó atrás el borde de granito, lo que acentuaba el compromiso y la soledad de la posición de los escaladores. Se sentían en una buena posición y estaban escalando sobre roca, en lugar de estar sobre el hielo interminable de la Antártida. El 99,7% del continente, una masa de tierra 1,5 veces más grande que los Estados Unidos, es agua congelada. La Antártida está tapada casi en su totalidad por una capa de hielo de 15.000 pies. El 70% de toda el agua dulce de la tierra se encuentra en esta capa de hielo, tan pesada que llega a aplastar el continente miles de pies por debajo del nivel del mar.

La Antártida es el lugar más frío, ventoso e —irónicamente— seco de la tierra. Escalar aquí “cómodamente” —si tal cosa es posible— significa perseguir la luz, que puede generar una temperatura consistente de -29 ºC, la cual se soporta con la protección adecuada. La sombra y el viento pueden ser verdaderamente letales.

Una escalada peligrosa

Los escaladores se dividieron en dos equipos de dos. Honnold y Cummins en una soga; Wright y Pfaff en la otra. Cada equipo de sogas empleaba un estilo de ascenso llamado “técnica de ensamble”, en el que cada escalador se ata a un extremo de una soga de 200 pies y ascienden uno detrás del otro con el largo de una soga completa de separación para que haya la menor cantidad de errores posible en el sistema. Se sujeta poco equipo a la soga durante todo el camino; el escalador que lidera coloca el equipo y el que lo sigue lo retira.

La escalada mediante ensamble es más rápida porque no es necesario detenerse en temperaturas antárticas muy bajas y pasar la soga por dispositivos de amarre. Con este método, los escaladores son más rápidos y se mantienen calientes al estar en movimiento en todo momento. El único desafío de este método es la seguridad. La técnica de ensamble requiere pensar en no caer y la confianza plena entre los compañeros, ya que el error de un escalador puede arrastrar al otro.

Pronto, los cuatro escaladores llegan a Holtanna (8694 pies; 2650 metros) y han completado el segundo ascenso de los 1500 pies del contrafuerte norte ventoso de la montaña, una ruta apodada “Skywalk” en 2008 por el equipo europeo compuesto por los hermanos Alex y Thomas Huber y por Stephan Siegrist.

Anna Pfaff reúne su equipo para prepararse para una escalada antártica con temperaturas bajo cero.
Fotografía de Savannah Cummins, The North Face

El viaje más arriesgado es hacia abajo

Ahora la pregunta era cómo bajar. Los escaladores pensaban que los primeros ascensionistas ya habían instalado los anclajes, lo que les permitiría hacer rappel, pero prácticamente no encontraron anclaje… solamente dos pernos en toda la ruta.

“Habíamos pensado que esto iba a ser un paseo divertido y genial”, dijo Cummins. “Pero terminó siendo uno de los días más significativos del viaje.”

“La parte más difícil, más allá del frío, fue la incertidumbre de saber adónde ir”, dijo Honnold. “Cómo llegar a una cumbre o bajarse de allí. Todo el tiempo, estuvimos muy estresados".

El equipo tomó la decisión de bajar por el contrafuerte en lugar de hacer el rappel. En un momento dado, sin embargo, Cummins y Pfaff se sintieron incómodos con la dificultad del descenso.

"Así que Anna y yo literalmente hicimos rappel por encima del cuerpo de Alex”, explicó Cummins. “Y luego él bajó solo", agrega.

Honnold se recostó en un agujero con sombra, convirtiéndose en un anclaje de parada inmediata, con una eslinga alrededor de una escama de roca aislada poco inspiradora como apoyo mental. Con la cuerda de rappel sujeta a su arnés, Honnold utilizó su cuerpo como contrapeso para Pfaff y Cummins, que bajaban al unísono.

“Me sentía tan mal; hacía tanto frío. Sabíamos que Alex debía estar congelándose”, dijo Cummins. “Nunca antes había golpeado a una persona", reconoce.

Después de 16 horas fuera, el equipo finalmente regresó al campamento base, donde algunos de los miembros bebían algo de whisky y cocinaban la cena en su tienda de campaña. Después de un día de descanso, todos regresan en busca de la siguiente cumbre.

Anna Pfaff estira su cuerpo en el campamento base del equipo bañada por el sol matutino.
Fotografía de Savannah Cummins, The North Face

Números sobre la mesa

El éxito de una expedición de escalada, según Conrad Anker, puede ser juzgado por los siguientes criterios:

“No hay heridos ni muertos, volvemos como amigos y sumamos una cumbre”, declara Anker, un alpinista de 55 años de Bozeman, en Montana. “En ese orden.”

Anker ha realizado innumerables expediciones a lo largo de toda su trayectoria en la escalada. Esta última, a la Tierra de Queen Maud de la Antártida con otros escaladores estadounidenses como Jimmy Chin, Savannah Cummins, Alex Honnold, Anna Pfaff, Cedar Wright y el camarógrafo Pablo Durana, seguramente debe estar entre sus viajes de escalada más exitosos hasta la fecha.

No hubo heridos, ni siquiera una pizca de congelación; se solidificaron las amistades y se alcanzó un número impresionante de cumbres.

Del 1° al 17 de diciembre de 2017, los seis escaladores alcanzaron en conjunto un total de 15 cumbres a través de 12 nuevas rutas en Fenris Kjeften, un nombre que alude a la “mandíbula” de Fenris, un lobo de la mitología nórdica.

“El mantra de todo el viaje fue ‘números sobre la mesa’”, dijo Wright, lo que significa que la meta era alcanzar el mayor número posible de cumbres. Los escaladores creen que dos de sus cumbres fueron verdaderas primeras ascensiones ya que las formaciones nunca habían sido escaladas antes. Llamaron a una de estas formaciones el Pingüino y a la otra el Anzuelo. Más tarde se enteraron de que esta segunda cresta serpentina de roca había sido nombrada Jörmungandr por los primeros exploradores noruegos, aunque no fue escalada.

En particular, Wright y Honnold hicieron un ascenso libre en solitario (escalaron sin cuerdas), la primera subida del Jörmungandr. Wright dijo de la experiencia: “Aunque he realizado cientos de recorridos en solitario... No soy Alex Honnold, y todas mis facultades me han llevado a no entrar en pánico mientras danzaba a lo largo de la cresta extremadamente afilada”.

La última vez que una expedición fue tan productiva, al menos en cuanto al número de cumbres, pudo haber sido la primera expedición de escalada para alcanzar estas cumbres, que forman parte de la cordillera Drygalski de las montañas Orvinfjella en la Antártida oriental. Durante los dos primeros meses de 1994, una expedición noruega liderada por Ivar Tollefsen logró las primeras ascensiones de 23 picos, con un total acumulado de 35 cumbres por varios miembros del equipo. Damien Gildea, un escalador veterano de la Antártida, historiador del montañismo antártico, y autor de Mountaineering in Antarctica, llama a esa expedición noruega inicial “una que casi no tiene parangón en la historia de las expediciones”.

Las imágenes y los relatos de ese viaje temprano sirvieron de inspiración para cada misión de escalada posterior a estas cumbres de granito, parecidos a dientes, que forman parte de una mandíbula inferior y sobresalen de la capa de hielo blanca, incluyendo esta expedición más reciente, financiada por The North Face.

Como equipo, los seis escaladores sumaron casi todas las torres principales de Fenris Kjeften, incluyendo la más alta, Ulvetanna (9613 pies; 2930 metros), que significa “Diente de Lobo”.

“Utilizaron una gran habilidad y tácticas modernas para hacer mucho, en un lugar que no es juego”, dijo Gildea asintiendo con la cabeza. “Eso no es poco.”

Jimmy Chin avanza una nueva ruta en la cara del Ulventanna.
Fotografía de Savannah Cummins, The North Face

Divide y conquistarás

Después de aterrizar en Ciudad del Cabo, Sudáfrica y regresar a la civilización, el líder de la expedición Wright seguía dándole vueltas a sus 17 días de escalada durante una entrevista telefónica.

“¡Ese fue el viaje más salvaje y escandaloso de mi vida!” gritó. “La Tierra de la Reina Maud es el lugar más prístino que he visto en mi vida. Era como si estuviéramos en Marte. Nunca dejamos de escalar todo el tiempo.”

Sentado junto a él estaba su mucho más mesurado compañero de escalada Alex Honnold, quien, en 2017, logró el primer solo libre de El Capitán en el Parque nacional de Yosemite, en California.

“Estoy bastante emocionado”, dijo Honnold en su típica voz de bajo. “El frío era a veces definitivamente traumático, pero el viaje resultó divertido viéndolo en retrospectiva. Estaba muy lejos de mi zona de confort.”

Para alcanzar tantas cimas en tan poco tiempo, los seis atletas se dividieron en tres parejas.

Chin y Anker concentraron su energía predominantemente en un único y formidable objetivo: El Ulvetanna.

“Pusimos todos los huevos en una canasta para alcanzar esa cumbre”, explicó Anker.

“Después de cinco días de arduo trabajo en la ruta todavía casi nos faltaba dos tercios de la montaña” dijo Chin. “Los noruegos que exploraron esta zona nos advirtieron que las cosas serían más grandes y frías de lo que podrían parecer. Resulta que tenían razón”.

Tras varios días de trabajo, incluyendo un empujón máximo de cuatro días en la final, Chin y Anker alcanzaron por último la cima del pico más alto de la Mandíbula del lobo para su séptimo ascenso conocido.

“Llegamos a la Antártida con una agenda suelta”, dijo Chin. La tripulación necesitaba tiempo para dimensionar el lugar, sentir el clima, entender las distancias y escalar antes de tomar cualquier decisión. Como el estilo de escalada en las montañas es una expresión muy personal de sus ambiciones, encontramos que la gama ofrece muchas opciones para todos”.

Cummins, de 24 años y el miembro menos experimentado del viaje, y Pfaff, de 36, se enfocaron juntos en ascensiones de tipo montañero, escalando algunos picos más pequeños de la cordillera.

“Anna y yo escalamos algunos picos más pequeños en la cordillera y eso fue genial porque no sentíamos que íbamos a morir”, dijo Cummins. “Salimos y nos divertimos. Nos reíamos y la pasábamos bien. Escalar con los chicos fue un poco más difícil y un poco más tenebroso. Eran simplemente más hábiles en ese tipo de terreno, así que era más sobre aprender y esforzarme”.

Sólo en cumbres, los compañeros de equipo más productivos fueron Wright y Honnold, que alcanzaron al menos 13 cumbres juntas, incluyendo Fenris, Hel, Kinntanna, Midgard, Stetind y Holtanna, así como un puñado de cumbres menos prominentes. Honnold, también esquió en la cima, llevando su cuenta personal a 14 cumbres.

“Muchos de ellos eran bastante peligrosos”, dijo Honnold. “Hubo momentos en los que pensé: ‘Gracias a Dios, somos buenos escaladores, porque de lo contrario probablemente moriríamos’”.

Honnold y el secreto del éxito de Wright

En la edición de 1963 del American Alpine Journal, Yvon Chouinard, un alpinista no muy limpio que se convertiría en el renombrado fundador y CEO de Patagonia, postuló que las técnicas de escalada que se están desarrollando en los grandes muros de granito del Parque nacional de Yosemite se utilizarían algún día para abordar objetivos aún más altos y remotos.

“El futuro de la escalada de Yosemite no está en Yosemite, sino en el uso de las nuevas técnicas en las grandes cordilleras de granito del mundo”, escribió proféticamente Chouinard.

Honnold y Wright, ambos nativos californianos, perfeccionaron sus habilidades como escaladores en las grandes paredes de Yosemite pulidas por los glaciares, donde la escalada rápida es a menudo el nombre del juego. En la Antártida, los escaladores rápidamente se dieron cuenta de sus antecedentes en tácticas de escalada rápida estilo Yosemite les dio una gran ventaja.

Escalando tanto como sea posible, podríamos seguir moviéndonos y mantenernos más calientes. Hicimos escalada libre todo hasta 5.11”, dijo Wright, refiriéndose a la dificultad técnica de cada escalada libre. “Definitivamente hubo momentos de pánico legítimo por el frío. Estás tan lejos y te das cuenta de lo rápido que las cosas pueden ir mal”.

“Alex ya es el escalador más fuerte y audaz del juego”, dijo su compañero de equipo Conrad Anker. “Así que para él ver 5.11 sin aparejos no es gran cosa. Y esos chicos, una vez que se mueven, son capaces de mantener ese impulso y mantenerse calientes”.

El dúo logró el primer ascenso libre de Kinntanna (8937 pies; 2724 metros) escalando de forma simultánea todo su contrafuerte norte de 1400 pies, arriesgando corridas frecuentes entre aparejos de hasta 100 pies.

Las escasas oportunidades de colocar aparejos empeoraron por la baja calidad de la roca misma.

“Fue uno de los peores granitos que he tocado en mi vida”, dijo Honnold. “Se desmoronaban en tus manos. Lo bueno es que si te golpeaban en la cara con un bloque, se rompería en pedazos”.

Después de cada subida, Honnold y Wright tendrían que tirar los puñados de guijarros y escombros que se habían acumulado en sus bolsas de tiza.

El 13 de diciembre, Honnold y Wright establecieron una nueva ruta en el pilar este de Stetind (8392 pies; 2558 metros). Aunque Stetind está lejos de la montaña más alta de la cordillera, su ascenso, que ellos denominaron “Torre Oscura”, representa quizás la subida más audaz del viaje.

El campamento base y el hogar del equipo durante su estancia en Tierra de Reina Maud se asentaron bajo los gigantescos “colmillos” que se forman en el macizo Wolf's Jaw en la cordillera Fenris Kjeften de la Antártida.
Fotografía de Pablo Durana, The North Face

Una tribu de generaciones

“Uno de los puntos destacados del viaje es ver cómo todos nos convertimos en una gran familia”, dijo Honnold. “Cada mañana en la montaña, Conrad [Anker] se comportaba como nuestro padre: se levantaba temprano y preparaba el café para todos.”

“Cuando estuve allí por última vez [en la Tierra de la Reina Maud] en 1996, tendía 34 años, era muy joven”, dijo Anker. “Alex tiene 33 años y está comenzando, por eso me pareció algo agradable compartir mi experiencia con la próxima generación. Y luego está Sav [Cummins]; tiene 24 años, es apenas más grande que mi hijo más chico. Soy más grande que su padre. Su objetivo es convertirse en fotógrafa aventurera, como Jimmy [Chin]. Fue conmovedor ver a Jimmy compartir sus conocimientos y ver cómo aprendían”.

El padre de Chin murió el día antes de su partida hacia la Antártida. Pensó en abandonar la idea, pero finalmente decidió ir. Para él, el viaje era una forma de hacer catarsis. Dijo: “En la cumbre, lloré de alegría, lloré de tristeza, por agradecimiento por ese momento, por mi padre, por la amistad con Conrad. Habíamos llegado al borde y yo sabía que no lo habría logrado, no habría logrado nada, sin todo lo que él (mi padre) me había inculcado”.

“Cuando Jimmy y yo llegamos a la cumbre de Ulvetana, hacía -34 °C y había mucho viento”, dijo Anker. “Desde la cumbre, miré hacia arriba para ver Rakekniven, el pico que había escalado con Alex Lowe 21 años antes. Tenía cenizas de Alex en mi bolsillo. Que Jimmy recordara a su padre en la cumbre de Ulvetana fue muy especial. Todo el viaje fue especial”.

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