¿El cambio climático es el responsable de la histórica temporada de huracanes de 2020? La respuesta es complicada.

La formación de la tormenta "Theta" convirtió al 2020 en el año con la mayor actividad de huracanes registrada.

Por Sarah Gibbens
Publicado 13 nov 2020, 16:46 GMT-3

Una pareja camina por la playa mientras la tormenta tropical Eta golpea a Miami Beach, Florida, el domingo 8 de noviembre de 2020. La tormenta tropical Eta es la 28°. tormenta con nombre de este año. El 2020 es similar al 2005 por ser los años con la mayor actividad de huracanes registrada hasta ahora.

Fotografía de Wilfredo Lee, Ap

En términos meteorológicos, el 2020 ha sido un año histórico: la tormenta subtropical Theta se ha formado en el océano Atlántico, y ha logrado que la cantidad total de tormentas con nombre de esta temporada llegue a 29. Esto ha batido el récord del 2005 y todavía quedan semanas para que la temporada finalice. Para septiembre, el Centro de Huracanes de Estados Unidos ya había recorrido su lista alfabética de nombres y tuvo que pasar al alfabeto griego.

En las mentes de los estadounidenses, las temporadas de tormentas como esta se vinculan cada vez más con el cambio climático. Una encuesta de la CBS publicada el año pasado halló que el 45 por ciento de los encuestados creía que el cambio climático estaba contribuyendo "un montón" con los intensos huracanes.

Sin embargo, al indagar a los científicos especialistas en clima, muchos sugirieron que la actividad de esta temporada no es tan simple de explicar. Advierten que no se debe decir que una única tormenta, o hasta una única temporada, es señal del cambio climático.

"Dado todo lo que conocemos sobre cómo el cambio climático está calentando los océanos y, como esta temporada fue hiperactiva porque fue muy cálida, es muy probable que haya contribuido con la actividad", señala James Kossin, científico especialista en clima de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA, por su sigla en inglés). "Pero... ¿cuánto? Nos metemos en algo más complicado".

Una vista aérea luego del desborde del río Bambito en Panamá debido a la gran cantidad de lluvias provocadas por el huracán Eta.

Fotografía de Luis Acosta, AFP, Getty Images

Lo que sabemos sobre los huracanes y el clima más cálido

La temporada de huracanes del 2020 ha estado a la altura de las predicciones: sería más activa de lo normal. Las tormentas comenzaron a formarse temprano y la cantidad aumentó a un ritmo récord. Florida, Nicaragua y Honduras siguen dándole batalla a las inundaciones después de que la 28. ° tormenta de este año, el huracán Eta, haya anegado las regiones con su lluvia. Y la temporada podría seguir hasta el invierno: en 2005, la tormenta tropical Zeta, la 28° del año, se formó a finales de diciembre.

Una de las razones por las que hubo tantas tormentas este año fue la formación del patrón meteorológico de La Niña en el Pacífico, que provocó menos vientos en el Atlántico que puedan evitar que las tormentas no se conviertan en huracanes.

Pero una cantidad de tormentas también mostró características que los científicos asocian al cambio climático: intensificación rápida, movimiento lento y grandes cantidades de lluvia. Todo eso nos remonta al calor.

"Primero y principal, el océano Atlántico ha estado anormalmente cálido y no hay duda de que ha provocado la hiperactiva temporada de huracanes", indica Kossin.

El cambio climático está, definitivamente, contribuyendo a la anómala calidez: las temperaturas promedio de la superficie del mar han estado aumentando constantemente desde finales del siglo XIX. Pero en el NOAA creen que parte de la inusual calidez de este año se debe a un ciclo climático natural denominado Oscilación del Atlántico Norte (NAO), que hace que el océano Atlántico Norte se vuelva más cálido o más frío cada unas pocas décadas. Los científicos no están seguros de cuál es la mayor influencia: el cambio climático o el NAO.

De todas maneras, las aguas cálidas actúan como combustible para los huracanes y pueden provocar un proceso denominado intensificación rápida, en el cual las velocidades máximas de los vientos en una tormenta aumentan, al menos, 56,3 km/h en menos de 24 horas. Ocho de las tormentas de 2020 sufrieron esta intensificación rápida en las aguas cálidas del mar Caribe y del golfo de México.

"Estas tormentas están recibiendo más energía. En su mayor parte, toman la energía del océano y esto acelera cuán rápido giran", explica Kossin. "Sería como que alguien modificara el motor de su auto para ir más rápido. Acelera más rápido".

La intensificación rápida implica que una tormenta tropical puede girar y convertirse más rápidamente en un huracán, o en un huracán mayor. No obstante, eso no implica que necesariamente viajará más rápido sobre el mar y la tierra; otra fuerza gobierna eso. Un huracán es impulsado hacia adelante por los vientos de los niveles bajos y medios de la atmósfera. Es por esto que el huracán Laura pasó rapidísimo por la costa del golfo a 24 km/h, mientras que el huracán Sally, que siguió un camino similar, avanzó casi gateando a 4,8 km/h.

En su propio trabajo, Kossin ha hallado que es posible que los huracanes estén tendiendo a moverse más lentamente, a un estimado 17 por ciento en los últimos 120 años. 
Eso también puede estar relacionado con el cambio climático.

"Los vientos son accionados por una diferencia de temperatura entre el ecuador y los polos", señala. Kossin y otros científicos teorizan que, a medida que el Ártico se calienta a un ritmo más rápido que los trópicos, esa diferencia de temperatura se reduce y disminuye las velocidades de los vientos de niveles bajos o medios.

Usualmente, los huracanes que se mueven más lento arrojan más agua, como lo hizo el huracán Harvey en Houston en 2017, el huracán Dorian en Bahamas en 2019, y Sally en Alabama este año. El efecto de las grandes lluvias provocado por el movimiento lento se ve agravado por el hecho de que una atmósfera que se está calentando tiene más agua.

"En cuanto al cambio climático, creo que uno de los efectos más directos es el aumento de lluvias. Una atmósfera más cálida tiene más humedad", señala Phil Klotzbach, científico especialista en atmósfera de la Universidad Estatal de Colorado. La humedad intensificada aumenta las probabilidades de que una determinada tormenta arroje más lluvia.

Galveston, Texas, sufrió el desastre natural más mortal en la historia de Estados Unidos: entre 6000 y 12.000 personas murieron en el huracán el 8 de septiembre de 1900

Fotografía de Keystone View Company, Biblioteca Del Congreso

¿No es solo el cambio climático?

El conjunto de datos de NOAA sobre tormentas tropicales en el Atlántico muestra un aumento a largo plazo de la cantidad de tormentas desde la década de 1880. Pero los investigadores se lo adjudican a que la tecnología ha mejorado: hoy, los satélites detectan tormentas de corta duración que antes no se podían registrar, en especial, en partes alejadas del océano.

Sin embargo, tal vez no sea la explicación del aumento de tormentas tropicales que se ha observado desde la década de 1980. El científico especialista en clima del MIT, Kerry Emanuel, señala que la tendencia reciente es real y que no es un artificio de la observación. Pero tal vez tenga que ver con un tipo diferente de contaminación del aire, no con las emisiones de carbono que provocan el calentamiento global sino con la manera en que hemos limpiado esa contaminación.

Se sabe que la contaminación de aerosoles proveniente de los automóviles, las centrales y las fábricas enfría localmente el ambiente circundante. Dichos tipos de aerosoles de sulfato son altamente efectivos reflejando la luz solar. Los días de verano de la costa este de Estados Unidos en la década de 1970 eran, usualmente, brumosos como resultado de que la luz solar se reflejaba fuera de la Tierra.

Emanuel señala que ese mismo fenómeno reprime la formación de tormentas. Por otro lado, un estudio publicado en 2013 vinculó la aprobación de la ley de aire puro (Clean Air Act) en 1970 con la subsecuente disminución de aerosoles, el aumento del calor y el incremento de tormentas tropicales que comenzó a finales de la década de 1980.

Emanuel observa que verificar esta teoría conlleva un desafío: la información de las tormentas es más limitada antes de la década de 1970, cuando los satélites meteorológicos se convirtieron en algo común. Kossin llama al efecto concreto de la contaminación de aerosoles "una de las cuestiones (sobre los huracanes) más importantes que tenemos y que sigue sin responderse".

No hay pruebas de que el cambio climático provocado por las emisiones de carbono esté aumentando la cantidad de tormentas. "No esperamos que la cantidad de tormentas aumente (con el cambio climático)", indica Klotzbach. "Está más relacionado con la intensidad de las mismas". Por otro lado, señala que es probable que el patrón meteorológico de La Niña de este año implique que el Atlántico esté activo a finales de la temporada.

"No creo que Eta sea el último huracán que veamos este año", finaliza.

5 de noviembre de 2020 en La Lima, Honduras. Vista de la ciudad inundada luego de que el sistema de baja presión "Eta" provocara lluvias intensas en toda la región. Por los desprendimientos y las inundaciones, 13 personas murieron en Honduras, 5 en Guatemala, 5 en Panamá, 2 en Costa Rica y 2 en Nicaragua. Sin embargo, la cantidad de víctimas todavía podría aumentar significativamente.

Fotografía de Picture Alliance, Getty Images

Una cuestión de probabilidades

Kossin y Emanuel nos aconsejan pensar en los efectos del cambio climático en huracanes en términos de probabilidades.

Emanuel da el siguiente ejemplo: "Podemos decir que, en relación al huracán Harvey de 2017, la probabilidad de cantidad de lluvia era dos a tres veces mayor en 2017 que lo que hubiese sido en 1970".

Dos estudios, publicados a finales de 2017, descubrieron que el cambio climático hizo que una lenta y lluviosa tormenta, como el huracán Harvey, fuera tres veces más probable.

Según Kossin, lo que se aplica a una tormenta, también puede aplicarse a la temporada de tormentas. No se puede afirmar que el cambio climático haya provocado la lista de tormentas lluviosas, lentas y de intensificación rápida de 2020, pero sí que hizo que el año sea más propenso a ellas: "La temporada que acabamos de ver es el tipo de temporada que podríamos esperar ver más por el cambio climáti

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