Incendio en la Catedral de Notre Dame en París

Esta catedral gótica se mantuvo en pie durante 800 años, y sobrevivió siglos de un turbulento pasado en Francia.

Por Jose Luís Corral Fuentes
Publicado 15 abr 2019, 15:52 GMT-3
Poco después de que los últimos turistas salieron de Notre Dame el 15 de abril, comenzó a salir humo de la aguja de 90 metros. La causa del incendio aún se desconoce, pero se dice que la aguja y el interior de madera se han derrumbado.
Fotografía de Nicolas Liponne, NurPhoto, Getty

La Catedral de Notre-Dame de París es uno de los puntos de referencia más famosos de Francia: permaneció de pie en el corazón de la ciudad durante siglos. En el atardecer de este lunes (para la hora local de ese país), un intenso incendio se ha desencadenado en el edificio, según informó Associated Press, entre otros medios.

Asentada sobre la Île de la Cité, una isla en el centro del río Sena, la construcción soportó los avatares de la guerra, la revolución y el tiempo; pero había emergido de las ruinas en el siglo XIX, gracias a un gran proyecto de reconstrucción.

Coronada con torres gemelas, cada una de 226 pies de altura, la fachada oeste contiene tres agrupaciones escultóricas sobre las puertas, dedicadas (de izquierda a derecha) a la Virgen, el Día del Juicio y Santa Ana. Sobre ellos hay una galería de reyes del Antiguo Testamento y uno de los tres rosetones.
Fotografía de Tomas Sereda, Getty

Inicios

La ciudad toma su nombre de la tribu celta los Parisios, la cual fue subyugada por Julio César en el siglo I a. C.. Para el siglo III a. C., París ya era una ciudad considerable, y comprendía las islas Île de la Cité y Île Saint-Louis, otra isla situada en el río Sena. La ubicación del pueblo era la correcta a fin de controlar el pasaje de mercancías por los ríos navegables y para que creciera su riqueza. Para el siglo XX, París era el centro de un nuevo poder emergente europeo.

El comercio era fundamental para la creciente fortuna, pero la ciudad estaba cobrando prestigio como centro espiritual. Un culto santo se estaba desarrollando alrededor del mártir local, San Dionisio. Según cuenta la tradición, Dionisio fue decapitado en la colina de Montmartre (monte de los mártires) entre mediados y finales del siglo III d.C., y, tras dicho hecho, se dice que corrió alrededor de 10 kilómetros con su cabeza cortada. En un lugar al norte de la ciudad, en el que se cree paró de correr, se construyó una basílica en su honor en el siglo XII.

Un testigo de la construcción de la Basílica de San Dionisio fue el obispo de París, Maurice de Sully. Admiraba el trabajo de los arquitectos pioneros, quienes construían con un estilo gótico, un arte nuevo que contaba con techos altos y abundante luz. Sully decidió crear una estructura competitiva en el corazón de París: una catedral que se pudiese convertir en la maravilla del cristianismo y que estuviese dedicada a la Virgen María.

La época le sonrió al proyecto. Esta etapa de la Edad Media estuvo marcada por un auge económico en Europa, en especial en Francia. Gracias al generoso respaldo financiero brindado por la corona, Sully contrató a un arquitecto (cuya identidad se desconoce) para que diseñara la nueva iglesia en 1160. Su construcción requirió la demolición de varias casas en el estrecho vecindario medieval y dos iglesias existentes en la Île de la Cité, que habían sido construidas, en su tiempo, sobre un templo pagano antiguo. La primera piedra se colocó en junio de 1163, en una lujosa ceremonia a la que asistió el Papa Alejandro III.

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    Fotografía de Günter Gräfenhain, Fototeca 9x12

    Construyendo una iglesia 

    Desde que se comenzó hasta que se terminó, la construcción de Notre Dame tomó casi dos siglos. La catedral se convirtió en un proyecto de toda la vida para Sully. Lo primero fue el trabajo en el santuario y en la nave. En 1182, bajo el reinado del nuevo rey, Felipe II, el altar mayor fue consagrado. Sully pudo celebrar la primera misa en la catedral pero moriría en 1196, casi 150 años antes de que las principales estructuras de la catedral se terminaran en el 1300. 

    Originalmente, cuando la iglesia se diseñó, el pesado techo exigía paredes gruesas y resistentes que lo soportaran, lo que limitaba el tamaño de las ventanas y reducía la cantidad de luz natural en el edificio. En 1220, el techo fue remodelado con bóvedas de crucería, una de las mayores innovaciones del estilo gótico, que utilizaba nervios de piedra entrelazada para apuntalar la estructura. Así, no era necesaria tanta presión sobre las paredes que sostenían el techo, y se pudieron colocar más ventanas. 

    Durante la década de 1240, el Maestro de Obras Jean de Chelles, el primer arquitecto de la catedral de Notre Dame cuya identidad se conoce, finalizó la construcción de la nave y de las dos torres de la fachada principal (oeste). La obra comenzó por las fachadas transversales y fue completada por el sucesor de de Chelles, Pierre de Montreuil. Durante el tiempo que llevó su trabajo, de Montreuil supervisó la colocación de vitrales nuevos y más grandes, que incluían los tres rosetones en las fachadas norte, sur y oeste. 

    El Maestro de Obras Jean Ravy fue quien, en la década de 1300, dio los últimos toques al monumento. Ravy fue uno de los primeros en utilizar una gran innovación de la arquitectura gótica: los arbotantes, es decir, unos arcos exteriores que ayudaban a sostener el techo y las paredes. Estos arcos permiten que la fuerza que impone el alto techo pueda transmitirse hacia el exterior, y así dejan las paredes libres de soportes y resaltan la majestuosidad y elegancia del edificio. Estas estructuras, que se pueden observar a lo largo del santuario, se convirtieron en unas de las características más emblemáticas de Notre Dame.  

    Este grabado de mediados del siglo XVI ofrece una retrospectiva de una París similar a los planos de la ciudad de entre los siglos XII y XIV, el período en que se construyó Notre Dame. La ciudad todavía se encontraba encerrada por sus murallas construidas en el siglo XIII, que se extendieron hacia fines del siglo XIV. El río Sena dividía París en tres áreas principales, que se conectaban por medio de cuatro puentes. Los dos más cercanos a Notre Dame se construyeron a fines del siglo XIV. La Île de la Cité, el núcleo de población original, conformaba el centro religioso y político, e integraba la catedral de Notre Dame y el Palais de la Cité, la residencia permanente de los reyes de Francia hasta el siglo XIV. La segunda zona principal se encontraba alrededor del distrito universitario. El área de comercio y burguesía se concentraba del otro lado del río, cerca del Hôtel de Ville (Ayuntamiento de París). Hoy en día, existen muy pocos rasgos de París medieval además de los edificios de la Île de la Cité, como la Conciergerie (una de las partes más antiguas del Palais de la Cité), y por supuesto, Notre Dame.
    Fotografía de Gérard Blot, Institut de France, RMN Grand Palais

    Culturalmente, Notre Dame nunca fue de una importancia central para la monarquía francesa. Los monarcas preferían comenzar sus reinados con su coronación en la catedral de Reims, a unos 128 kilómetros al nordeste de París, y finalizarlos con su sepultura en la basílica de San Dionisio. El único monarca de la Edad Media cuya coronación tuvo lugar en la catedral de Notre Dame no fue francés: Enrique VI de Inglaterra fue proclamado rey allí en 1431, como parte de la campaña inglesa (cada vez más condenada al fracaso para ese momento) para extender el control político sobre Francia durante la guerra de los Cien Años.  

    En cambio, Notre Dame se convirtió en un ícono urbano, y simbolizaba el trasfondo contra el que generaciones de parisinos vivían. Durante la Edad Media, allí se celebraba la Fiesta Anual de los Locos. Esta celebración, cuyas raíces probablemente se remonten a rituales paganos anteriores, se centraba en una ceremonia escandalosa en la que se designaba a un integrante humilde de la sociedad para burlar al Papa o al arzobispo, y presidía las festividades de la jornada.  

    Además, Notre Dame se convirtió en el lugar emblemático en el que comenzó a desarrollarse la vida intelectual de Francia. A principios de 1100, el gran filósofo Peter Abelard dio clases en la escuela catedralicia de París, una institución que fue previa a Notre Dame. La nueva catedral adquirió más importancia gracias a la creciente buena reputación de la escuela, y un gran número de estudiantes se dirigió hacia París para obtener acceso a las enseñanzas filosóficas más modernas de los siglos XII y XIII.  

    Muchos estudiantes llegaron a París sin recursos para pagar su educación, y acudieron a mendigar y robar para poder vivir. A estas personas se las llamaba goliardos. Frecuentaban los bares y prostíbulos que existían a la sombra de la imponente Iglesia. Finalmente, los obispos de París acordaron ponerle fin a los excesos de los estudiantes. En 1215, el Cardenal Robert de Courçon ordenó que desde la entrada de Notre Dame se diera lectura a un decreto que establecía diversos estatutos que apuntaban a imponer un orden en la comunidad universitaria. La catedral, un imán para toda clase de reuniones y espectáculos, también fue el escenario de numerosos juicios y fusilamientos. En 1314, en un islote al lado del ábside de Notre Dame, Jacques de Molay, el último Gran Maestre de los Templarios, fue quemado en la hoguera. 

    Saqueos y disturbios 

    Durante el siglo XVIII, las ideas del gusto arquitectónico atravesaron un cambio drástico. A mediados del reinado de Luis XIV, la reconocida catedral sufrió una remodelación muy radical y polémica. Fue una  “restauración” que sería considerada por las generaciones siguientes como una causa de un daño mayor que otros siglos de desgaste. Se destruyó el Coro alto, que estaba repleto de esculturas. Los vitrales de las ventanas construidas en los siglos XII y XIII fueron reemplazados por vidrios transparentes. Los únicos que mantuvieron gran parte de su vidriado original fueron los rosetones. Se demolió un pilar del pórtico central para permitir que pasaran por allí los grandes carruajes procesionales. 

    La devastación continuaría en 1789. El edificio, considerado un símbolo del poder y la agresión de la Iglesia y la monarquía, fue saqueado durante la Revolución Francesa. Se destruyeron las cabezas de 28 estatuas, arrancándolas de sus cuerpos, que estaban en la Galería de los Reyes de la entrada principal. Se creía que estas estatuas representaban el aborrecido linaje real de Francia, cuando en realidad, retrataban a los antiguos reyes de Judea e Israel. Además, destruyeron las esculturas que adornaban los pórticos, y los relicarios y estatuas de bronce que se encontraban en su interior. Saquearon el plomo del techo para hacer balas. Las campanas de bronce se derritieron para hacer cañones. Solo la gran campana Emmanuel, que se encuentra en la Torre Sur y que pesa 13 toneladas, fue salvada. 

    Durante el período de la Revolución, la Catedral fue decristianizada, y el líder revolucionario Robespierre hizo que la Iglesia se dedicara al culto de un Ser Supremo. Una vez finalizado el período del Terror, la catedral volvió a cumplir su función anterior, pero se trataba solo de una sombra del esplendor que solía tener. Muchos de sus vitrales habían sido destruidos y sus tesoros fueron arrancados o profanados. Las aves entraban y salían volando a través de los cristales rotos, y hacían sus nidos en lo alto de las galerías y voladizos de lo que se estaba convirtiendo en una gran ruina. Finalmente, en 1801, el régimen de Napoleón Bonaparte celebró un acuerdo con la Santa Sede, mediante el cual la Iglesia Católica tomaría nuevamente el control de Notre Dame. Inmediatamente se comenzó a  mejorar el edificio y a reparar los vitrales. Para 1804, la Catedral se encontraba en un estado lo suficientemente aceptable para que Napoleón fuera coronado emperador allí. 

    El resurgimiento de la Catedral 

    Notre Dame volvió a la gloria a mediados del siglo XIX, en gran parte gracias al novelista Víctor Hugo. Hugo, uno de los líderes intelectuales del Romanticismo francés, fomentó el resurgimiento del interés por la Edad Media y el arte gótico. En su exitosa novela escrita en 1831 (más tarde publicada bajo el título de “El jorobado de Notre Dame”), Víctor Hugo imagina la conmoción medieval en París “mezclada, combinada y fusionada en Notre Dame”. 

    Situada en los alrededores y dentro de la catedral, la dramática historia de Quasimodo, el campanero jorobado de Notre Dame, y Esmeralda, la hermosa gitana; despertó la imaginación de los lectores franceses que seguían a Víctor Hugo. Tanto los parisinos como las autoridades de la ciudad alentaban la restauración del edificio en decadencia, ya que creían que era un tesoro que valía la pena salvar. Hugo escribió: “Es difícil que no crezca la indignación ante las innumerables degradaciones y mutilaciones que ha sufrido el venerable monumento debido al paso del tiempo y al ser humano”. 

    Durante la década de 1840, se anunció el comienzo de una restauración de la catedral. Se designó al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc para liderar la obra. Durante casi 25 años, se esforzó para revivir el poder y la belleza que tenía Notre Dame. Restauró la fachada oeste y la Galería de los Reyes, y además, agregó otros elementos: una imponente aguja, esculturas de los doce apóstoles, y las actualmente famosas gárgolas y quimeras que se encuentran en las paredes de piedra. 

    En el siglo XIX, la mísmisima ciudad de París comenzó a modernizarse de formas que beneficiarían a la antigua catedral. En la década de 1850, Napoleón III contrató al planificador urbano Baron Haussmann para que se encargara de una regeneración urbana masiva de París, durante la cual muchos de los antiguos edificios de la ciudad se demolerían para construir bulevares y grandes plazas al aire libre. En la Île de la Cité, Haussmann ordenó que se demolieran casas y otros edificios que se encontraban alrededor de la catedral, para inaugurar una nueva plaza frente a la fachada principal. Por primera vez, los parisinos podían pararse, retroceder y contemplar la catedral en toda su grandeza. 

    Desde entonces, la imagen de Notre Dame fue inseparable de la de París. El edificio es homenajeado en los cuadros de Matisse y Picasso, mientras que El jorobado de Notre Dame ha servido como inspiración para varias películas. Víctor Hugo no se sorprendería con el atractivo universal del edificio, ya que describía Notre Dame como “una Iglesia madre central… Tiene la cabeza de una, las extremidades de otra, las caderas de otra, un poco de todas”. 

    Línea de tiempo: construida, rechazada, restaurada 

    1163. La primera piedra de la catedral se coloca con la presencia del Papa Alejandro III.

    1182. El obispo Maurice de Sully celebra la primera misa luego de que el altar mayor haya sido consagrado.

    1240-1345. Incorporando elementos góticos, varios constructores finalizan la catedral.

    1789. Los revolucionarios franceses causan daños importantes en el edificio, en especial en las estatuas.

    1831. La publicación de “El jorobado de Notre-Dame” de Victor Hugo desencadena una campaña para restaurar la catedral.

    1844. Viollet-le-Duc es designado para liderar la restauración completa de Notre-Dame.

    Este artículo fue actualizado para reflejar las recientes noticias sobre el incendio del icónico edificio. El contenido de la totalidad de la nota fue publicado en la revista de Historia de National Geographic en mayo/junio de 2017. El mismo será actualizado durante las próximas horas. 

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