"Madres solteras: viviendo la pandemia en Brasil"
Historias de 14 mujeres que buscan congeniar el cuidado de sus hijos, el trabajo y la nueva realidad que trae el coronavirus. Este proyecto de 7 fotógrafas brasileñas recibió apoyo del Fondo de Emergencia para Periodistas de National Geographic Society.

Natália Cardoso, 20, con su hija Pietra, entonces de 5 meses, en Osasco, São Paulo. Durante la pandemia, dejó su trabajo porque no tenía a nadie que cuidara a su hija y no pudo acceder al auxilio de emergencia.
Marilucia Marcilina Batista, de 37 años, con su hijo menor, José, de 8, preparándose para salir de la aldea donde viven en el bajo Amazonas y dirigirse a la casa harinera del territorio indígena, en medio del bosque, donde ella trabaja. Los casos de Covid-19 se han incrementado en la región, afectando a comunidades indígenas ubicadas en las regiones más profundas del estado.
Maria Francisca Moreira, de 46 años, trabajando en el cultivo de sus hortalizas, en el Asentamiento Nova Canaã, en Brazlândia Distrito Federal. María es madre de 4 hijos y, en la pandemia, perdió su otro trabajo como empleada doméstica en la ciudad de Brasilia. Con la dificultad de vender productos, contó con esa producción para el sustento familiar.
Sofia Benjamin, de 30 años, y su hija Céu, de 4, en Río de Janeiro. Los dos estuvieron en total aislamiento durante más de ocho meses porque la madre de Sofía, la única red de apoyo para los dos, es del grupo de riesgo.
Verônica da Costa, de 31 años, y su hijo Theo, de 6 años, en la feria comprando hierbas para los productos naturales que produce, en Río de Janeiro. Durante la pandemia, se centró en hacer crecer su negocio para garantizar su subsistencia.
Natália (centro), de 20 años, toma una foto de su hija Pietra, de 9 meses, con el juguete que ganó para el Día del Niño, en el parque cerca de su casa, en Osasco. Sin guardería, Natália renunció a su trabajo y, sin obtener ayuda de emergencia del gobierno federal, tuvo que recurrir a un trabajo temporal en la campaña electoral municipal para mantenerse. "Nunca tuvimos regalos de día del niño, era solo un feriado normal. Mi hija no, mi hija pensará que es un gran día en su vida".
Paula Dias, de 33 años, con sus hijos Liz, 4, y Leo, 8, en su casa en Tijuca, Río de Janeiro. Con la llegada de la pandemia, Paula perdió su trabajo como maestra debido al cierre de las escuelas y, durante el aislamiento, ha enfrentado dificultades para involucrar a su hijo mayor con la enseñanza a distancia.
Isis Abena, de 35 años, y su hija Ainá, de 2 años. Al comienzo de la pandemia, las dos aún vivían en un departamento, pero el hecho de que estuvieran confinadas comenzó a afectar el estado de ánimo de Ainá y la productividad de Isis. A mediados de año lograron mudarse a un pueblo, donde Ainá tiene espacio, libertad, amigos y un mayor contacto con la naturaleza. Allí, las familias se turnan en el cuidado de los niños, y siempre colaboran entre sí, aligerando la rutina y permitiendo el ejercicio de una buena vida en comunidad.
Luísa Molina, de 31 años, con su hijo Luca, de 6 años, en un día libre en una cascada cerca de Brasilia. Luísa se ha concentrado en escribir su tesis de doctorado y en mantener su trabajo como activista mientras cría a su hijo. Vive con su madre, que también es madre soltera.
Luisa Brandão, de 27 años, ampara a su hijo, Aruan, de 5 años, triste por estar 9 meses sin ver a su padre, que vive en otra ciudad. Su presencia en la vida del hijo, que ya era escasa, se hizo aún más rara con la pandemia.
Rafaela Machado, de 29 años, y sus hijas Ana Beatriz, de 1 año, y María, de 10 años, juegan en la cancha cercana a su casa en la comunidad de Cantagalo, en Río de Janeiro. Rafaela es madre separada de cuatro hijos de dos padres diferentes y durante la pandemia, ha contado con el apoyo de las abuelas para cuidar a los niños mientras sigue trabajando.
