Vacunas: Es muy poco probable que provoquen efectos secundarios mucho tiempo después de haber sido aplicadas

Los estudios científicos indican que, incluso los efectos secundarios más graves de todas las vacunas (también las que son contra la COVID-19), se manifiestan a las pocas semanas de la aplicación.

Por Meryl Davids Landau
Publicado 23 jul 2021, 13:15 GMT-3
Vax Side Effects

Una estudiante recibe una vacuna contra la COVID-19 en una clínica de vacunación en el campus de la Universidad de Washington el 18 de mayo de 2021 en Seattle.

Fotografía de David Ryder, Getty Images

Ya han pasado siete meses desde que EE. UU. comenzó a administrar las vacunas contra la COVID-19, y las últimas cifras de la encuesta de seguimiento de la Kaiser Family Foundation, una organización sin fines de lucro, revelan que el 10 por ciento de los adultos aún sienten dudas acerca de la vacuna y quieren "esperar y ver" qué efectos produce en los demás antes de visitar un centro de vacunación. Esta sensación es muy común entre los adultos jóvenes de 18 a 29 años.

Los que dudan suelen referir dos razones principales: que las vacunas son "demasiado nuevas" y que pueden desencadenar efectos secundarios inesperados o potencialmente mortales, quizás incluso meses o años más tarde. Es cierto que a veces pueden informarse nuevos efectos secundarios a los meses de haberse vacunado, ya que una vacuna pasa de probarse en poblaciones de miles (en los ensayos clínicos) a los millones de personas en el mundo real, con las diversas respuestas que manifiesta cada cuerpo. Pero más de cien millones de estadounidenses ya han pasado ese umbral, y los primeros participantes en los ensayos clínicos llevan más de un año con la vacuna.

Hasta ahora, los efectos secundarios graves de las vacunas contra el coronavirus, como el síndrome de Guillain-Barré y la inflamación cardiaca, han sido muy raros, y se detectaron rápidamente porque estaban en las listas oficiales de posibles problemas a observar. Además, todos estos y otros efectos secundarios aparecen poco después de que alguien ha recibido la vacuna, lo que sugiere que no habría que preocuparse por reacciones tardías a largo plazo.

Este panorama se observa a lo largo de la historia moderna de las vacunas, ya que la mayoría de las nuevas inmunizaciones han sido muy seguras, e incluso los efectos más severos han aparecido de inmediato.

“Los efectos secundarios casi siempre ocurren a los quince días luego de que una persona recibió una vacuna”, indica John Grabenstein, director de comunicación científica de Immunization Action Coalition. Y agrega que lo más tarde que se ha registrado un efecto secundario para una vacuna ha sido a las seis semanas de la inyección.

"Es entendible que se especule que las vacunas contra la COVID-19 puedan provocar efectos secundarios a más largo plazo, pero según lo que sabemos, no es probable", agrega Miles Braun, profesor adjunto de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown y el ex director de la división de epidemiología de la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos.

La principal razón de esta ventana acotada de efectos secundarios es el poco tiempo que todas las vacunas permanecen en el cuerpo, explica Onyema Ogbuagu, especialista en enfermedades infecciosas de Yale Medicine e investigador principal del ensayo de la vacuna Pfizer-BioNTech contra la COVID-19. A diferencia de los medicamentos que las personas toman asiduamente, las vacunas suelen administrase contadas veces a lo largo de la vida. Las moléculas de ARNm que se usan en las vacunas Pfizer y Moderna son muy frágiles, por lo que "salen de su cuerpo al cabo de un día o dos", señala.

Posteriormente, las vacunas estimulan el sistema inmunológico para que memorice la estructura del virus y active una respuesta rápida si luego se topa con el virus real. “Este proceso se completa en unas seis semanas”, indica Inci Yildirim, vacunóloga y especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de Yale Medicine. Es por eso que los efectos adversos graves que podrían desencadenarse por el proceso surgen dentro de este período de tiempo, después del cual todo queda guardado en la biblioteca de patógenos conocidos, alojada en el cuerpo humano, dice Yildirim.

Históricamente, los efectos secundarios de las vacunas han surgido enseguida

Un recorrido por la historia de las vacunas confirma que incluso los efectos secundarios más dañinos han ocurrido en una ventana de seis semanas.

Después de la primera vacuna Salk contra la poliomielitis en 1955, se supo que algunos de los primeros lotes contenían virus vivos de la poliomielitis y no la forma debilitada que se necesitaba en la vacuna. En cuestión de semanas, este error provocó algunas infecciones y, en algunos casos, la muerte. El "incidente de Cutter", que lleva el nombre de los laboratorios donde hubo mayores desaciertos, derivó en regulaciones gubernamentales más estrictas. Hoy en día, las vacunas contra la polio siguen siendo controladas para garantizar que el virus esté completamente inactivo en las inyecciones que se administran a los niños.

En 1976, hubo casos raros de Síndrome de Guillain-Barré unas dos o tres semanas luego de haberse implementado la vacunación antigripal con virus inactivados para combatir una cepa peligrosa de la gripe porcina H1N1. Los científicos finalmente determinaron que el efecto solo se produjo en una o dos personas del millón que se vacunaron. Guillain-Barré es una enfermedad tratable, pero como la temporada de gripe terminaba ese año, pronto se abandonó la campaña de vacunación.

Hace poco, se vinculó esta misma condición a la vacuna Johnson & Johnson contra la COVID-19, con un centenar de informes preliminares después de que se administraron aproximadamente 12,5 millones de dosis, según la FDA. En estos casos, el síndrome apareció unas dos semanas después de la vacunación, principalmente en hombres mayores de 50 años.

En 2008, de 7 a 10 días después de recibir una vacuna que combinaba la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) con una contra la varicela, algunos bebés desarrollaron convulsiones febriles. Estos casos de convulsiones se registraron en un niño por cada 2.300 dosis, razón por la cual el Comité Asesor de Prácticas de Inmunización de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades actualmente recomienda que la mayoría de los niños reciban las dos vacunas por separado.

A las pocas semanas de recibir la vacuna contra la fiebre amarilla, contadas personas sufren de inflamación cerebral (encefalitis), hinchazón de la cobertura de la médula espinal (meningitis), síndrome de Guillain-Barré o una disfunción de múltiples órganos llamada enfermedad viscerotrópica. Si viajas a lugares donde esta enfermedad mortal es endémica todavía se exige la vacuna, aunque los CDC recomiendan que las personas mayores de 60 años evalúen los riesgos y los beneficios con su proveedor de atención médica.

La rara excepción que contradice que los eventos adversos ocurren dentro de las seis semanas posteriores es la vacuna contra el dengue, Dengavaxia, que el gobierno filipino aprobó para los niños en 2016. Cuando te infectas con el virus del dengue, la primera manifestación de esta enfermedad es bastante leve. Pero cuando te infectas por segunda vez, con una cepa diferente, la reacción puede ser mucho más grave y, en algunos casos, fatal.

Como predijeron algunos expertos, la vacuna, elaborada a partir de virus inactivados, actuó como una primera infección, lo que significa que los niños que más tarde fueron atacados por un mosquito portador del virus del dengue padecieron más que si no hubieran sido inoculados. En 2019, la FDA aprobó la vacuna, pero solo para niños en territorios estadounidenses con un altísimo porcentaje de dengue, y que registraban un caso previo de la enfermedad confirmado por laboratorio.

Como podemos notar, ninguna vacuna ha provocado la aparición de afecciones crónicas años o décadas más tarde, indica Robert Jacobson, director médico del programa de ciencias de la salud de la población en la Clínica Mayo. “Se ha realizado una enorme cantidad de estudios con todo tipo de vacunas y no se ha podido demostrar lo contrario”, dice.   

Por ejemplo, un metanálisis de 2016 examinó 23 estudios en busca de evidencia de que las vacunas infantiles comunes como MMR o Haemophilus influenza B podrían de alguna manera causar diabetes infantil; finalmente, no se encontró ninguna conexión. Para descartar que las vacunas puedan provocar afecciones autoinmunes como la esclerosis múltiple en adultos, en 2017, se llevó a cabo una revisión de nueve vacunas comunes, incluida la antitetánica, la vacuna contra el virus del papiloma humano y la gripe estacional. El estudió concluyó que los casos de EM no aumentaron como resultado del uso generalizado de vacunas.

Para las vacunas contra la COVID-19, el seguimiento es aún más estricto

Con la llegada de la COVID-19, las autoridades se han ocupado de agregar más sistemas de supervisión para controlar eventos adversos e informarlos lo más rápido posible.

"Para todas las vacunas hay una fase cuatro", indica Yildirim, lo que implica un seguimiento exhaustivo posterior a la fase III de un ensayo clínico y a la aprobación de la FDA. Este control se realiza principalmente a través del Sistema de notificación de reacciones adversas a las vacunas (VAERS), donde cualquier individuo o médico puede completar un formulario que indica los posibles efectos secundarios. Luego, los científicos evalúan si los efectos informados son los esperados o no.

Para la etapa siguiente, se utiliza una enorme capacidad informática, el enlace de datos de seguridad de vacunas. Este programa es una colaboración entre los CDC y nueve grandes proveedores de atención médica, la mayoría de los cuales son parte del sistema de Kaiser Permanente. Un aspecto de este programa es un análisis de ciclo rápido, que rastrea los registros de millones de sujetos participantes inmediatamente después de que se administra una nueva vacuna.

“Este análisis se realiza semanalmente. Si hay señales de un evento adverso, enseguida lo detectamos”, dice Nicola Klein, directora del centro de estudio de vacunas de Kaiser Permanente en Oakland, California, quien dirige el análisis para las vacunas contra la COVID-19. El programa Datalink marcó convulsiones febriles con la vacuna MMRV, información que se dio a conocer al público a los pocos meses, dice Klein.

Exclusivamente para el seguimiento de la vacuna contra la COVID-19, el CDC desarrolló la aplicación V-safe; una vez que la descargas, accedes a mensajes de texto y encuestas web sobre cualquier evento adverso. Otros programas facilitan la atención en centros de atención a largo plazo y grandes aseguradoras para resolver problemas que puedan surgir en sus poblaciones de pacientes.

“El gran desarrollo de los sistemas de vigilancia de la seguridad de las vacunas revela que las limitaciones de un enfoque se compensan con las fortalezas de otros, para lograr así un abordaje más sólido”, dice Grabenstein, de la Immunization Action Coalition.

¿Qué efectos secundarios se han indicado para la vacuna contra la COVID-19?

Los expertos emprenden este sólido proceso de monitoreo con una lista de posibles efectos secundarios. "Estas afecciones se seleccionan en función de lo que se observó en los ensayos clínicos (incluso si en los ensayos no fueron estadísticamente significativas), en lo que produce la enfermedad en sí y lo que se ha presentado en vacunas anteriores", dice Frank DeStefano, director de la Oficina de seguridad de Inmunización de los CDC.

Para las vacunas contra la COVID-19, estos "eventos de especial interés", que suman casi dos docenas, incluyen artritis, narcolepsia, encefalitis y accidente cerebrovascular.

Otra de las afecciones de la lista es la trombosis. Klein explica que esta se agregó después de que surgiera el problema con la vacuna AstraZeneca en Europa, ya que la vacuna de Johnson & Johnson autorizada en los EE. UU. emplea una tecnología de vector de adenovirus similar. Poco después, las autoridades regulatorias detectaron el efecto en una ínfima cantidad de mujeres jóvenes que recibieron la vacuna de Johnson & Johnson, que presentaron coágulos en la segunda semana después de sus vacunas.

El síndrome de Guillain-Barré siempre estuvo en la lista, ya que surgió con otras vacunas. Asimismo, también figuraron las inflamaciones cardíacas, miocarditis y pericarditis, que ocurrieron en una pequeña fracción de los hombres jóvenes que recibieron las vacunas de ARNm.

Por supuesto, los expertos sostienen que también están atentos a efectos inesperados. Grabenstein recuerda un episodio en 2004 cuando dirigió una campaña de vacunación contra la viruela para el ejército de los EE. UU. Varios miembros del servicio pronto desarrollaron miocarditis, a pesar de que esta condición no había aparecido durante los esfuerzos de inoculación contra la viruela en las décadas de 1940 y 1950. "Para entender esto, debemos recordar que las anteriores vacunas se habían aplicado a bebés, no a hombres de 20 años", dice.

En el caso de la COVID-19, al haberse aplicado tantas vacunas en tan poco tiempo, en realidad ha sido más fácil detectar eventos adversos sumamente raros, dice Yildirim. Los eventos de la Johnson & Johnson se registraron a los pocos meses de que la vacuna fuera aprobada, lo que demuestra que el sistema está funcionando. “No nos gusta oír hablar de los efectos secundarios, pero que salgan a la luz es una buena señal porque significa que se han logrado identificar”, explica.

Y DeStefano confía en que no deberían aparecer eventos adversos graves para las vacunas autorizadas a fines del año pasado. “Tenemos sistemas que detectan efectos tardíos. Pero, sobre la base de nuestra experiencia con otras vacunas, podemos decir que los efectos tardíos para las vacunas anti-COVID-19 son poco probables", expresa.

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