Vacuna contra el coronavirus: te contamos qué opinan los expertos

La historia de las vacunas y los antecedentes científicos con respecto a la elaboración de estos medicamentos, ofrecen un panorama sobre el desarrollo de una vacuna eficaz contra la COVID-19.

Por Nsikan Akpan
Publicado 19 jun 2020, 15:55 GMT-3
Un investigador trabaja en una vacuna contra el nuevo coronavirus COVID-19 en el laboratorio de investigación ...

Un investigador trabaja en una vacuna contra el nuevo coronavirus COVID-19 en el laboratorio de investigación de la Universidad de Copenhague en Copenhague, Dinamarca, el 23 de marzo de 2020.

Fotografía de Thibault Savary, AFP via Getty Images

El Penn Presbyterian Medical Center, en Filadelfia, está preparado para que llegue la gran ola; los trabajadores de la salud reciben la tormenta de casos de coronavirus que ya acechó a Nueva York y Nueva Jersey, y produjo un colapso de los sistemas de atención médica de esos estados, y montones de muertes.

"Estás todo el tiempo ocupada, y al final del día todavía tienes 20 cosas que resolver porque no paran de suceder cosas", cuenta Judith O'Donnell, directora de prevención y control de infecciones en el Penn Presbyterian Medical Center.

Al igual que O’Donnell, los profesionales de la salud atraviesan esta situación abrumadora esperando que aparezca el arma que acabe con este ataque viral: la vacuna. Las vacunas pueden detener los brotes antes de que se extiendan por todos lados, y de esto hay pruebas contundentes, ya que llevamos dos siglos empleando con éxito esta tecnología médica para combatir enfermedades, incluidas el sarampión y la gripe.

Las compañías farmacéuticas y las universidades están desesperadas por descubrir una vacuna contra la COVID-19, y ya se han realizado varios intentos, según la Organización Mundial de la Salud. Los expertos confían en que se obtendrá la vacuna, basándose en las pruebas de que los pacientes con coronavirus son capaces de producir anticuerpos, las proteínas en la sangre que atacan y neutralizan los virus.

La mayor expectativa giró en torno a Moderna Therapeutics, centro que llevó a cabo los primeros ensayos clínicos, apenas 42 días después de que se revelara la secuencia genética para el nuevo coronavirus; y actualmente acaban de entrar en la fase dos de sus pruebas clínicas. La biotecnología implicada en este medicamento ya se viene usando desde hace 30 años, y nunca ha logrado una vacuna efectiva para ninguna enfermedad humana. (Se ha pedido a Moderna Therapeutics que aportara comentarios, pero no recibimos respuesta).

Si el pasado sirve de indicador, el mundo no tendrá una vacuna de coronavirus hasta dentro un año. La vacuna contra las paperas, cuyo descubrimiento se considera el más rápido de la historia, tardó cuatro años desde la recolección de muestras virales hasta la sustancia patentada en 1967. Los ensayos clínicos conllevan tres fases y es sensato no apurar los tiempos de los controles de seguridad. Algunas vacunas preliminares para el emparentado coronavirus SARS, por ejemplo, terminaron intensificando la enfermedad en los experimentos realizados.

“Tal vez con la nueva tecnología y con una gran inversión de dinero, se consiga antes. Pero tenemos que tener mucho cuidado con esas estimaciones de tiempo". expresa Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de Baylor College of Medicine.

Múltiples caminos

La función de las vacunas es “entrenar” el sistema inmunitario del cuerpo para que responda a un invasor extraño, ya sea un virus, una bacteria o un parásito. Siguiendo el método clásico, se toma un virus entero, se debilita o destruye, luego se inyectan los restos en una persona. Así es como se elaboraron las vacunas tradicionales contra la viruela, el sarampión y la gripe, explica Ali Salem, especialista en desarrollo de medicamentos y profesor de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Iowa.

Esta antigua técnica toma como punto de partida que el sistema inmunitario reacciona a las proteínas individuales producidas por el germen, generalmente las que recubren la superficie del virus y hacen que el cuerpo produzca anticuerpos. Con el tiempo, los fabricantes de vacunas se dieron cuenta de que no necesitaban un virus entero, y que podían sustituir apenas una proteína para generar una concreta respuesta inmunitaria. Estas vacunas que trabajan con las proteínas son más fáciles y baratas de fabricar y se han convertido en la variedad más común utilizada por los profesionales de la salud, explica Maria Elena Bottazzi, decana asociada de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de Baylor College of Medicine.

Uno de los principales problemas para el desarrollo de una vacuna contra la COVID-19 es que no existe un antecesor científicamente probado para ningún tipo de coronavirus en humanos, a pesar de que los brotes de SARS de 2002 y MERS de 2012, ambos causados ​​por parientes del nuevo coronavirus, fueron disparos de advertencia que se cobraron alrededor de 1.600 vidas.

"Ahora, en el siglo XXI, hemos tenido una epidemia de coronavirus por década. Sabíamos que era una gran amenaza", afirma Hotez, quien, junto a Botazzi, dirige el Texas Children’s Hospital Center for Vaccine Development (Centro de Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas), donde fabrican vacunas de proteínas para combatir enfermedades poco investigadas y coronavirus. Pero si bien esos brotes alertaron sobre el potencial infeccioso de la familia de los coronavirus, el SARS desapareció mucho antes de lo que hubiesen tardado los ensayos clínicos en obtener una vacuna, y el MERS creó muy pocos casos, por lo que el financiamiento a los desarrolladores no habría sido sostenible.

Si bien los primeros intentos de compañías como Moderna generan la esperanza de una pronta vacuna, las anteriores propuestas de vacuna elaboradas con una biotecnología similar no han podido demostrar su eficacia en humanos. Las vacunas de este tipo depositan el material genético básico de un virus (ADN o ARN) en las células humanas, donde luego generan la proteína necesaria para activar una respuesta inmunitaria.

Las vacunas de ADN y ARN tienen la ventaja de que pueden elaborarse más rápidamente, una vez que un fabricante de vacunas posee la identificación del genoma microbiano. También son más fáciles de manipular para obtener una respuesta inmune beneficiosa. Esta táctica ha funcionado muy bien en modelos de enfermedad en animales, y un candidato de este tipo para conseguir la vacuna contra la COVID-19 ya comenzó la primera etapa de los ensayos clínicos el 6 de abril, en base a resultados positivos que se obtuvieron para el MERS. Pero Bottazzi y Hotez sostienen que los humanos son criaturas diferentes, y les preocupa que toda la publicidad en torno a las vacunas de ADN y ARN pueda generar falsas esperanzas.

"En los intentos realizados para las vacunas contra el VIH, que utilizaron la información de ADN, los expertos no han encontrado la fórmula correcta para introducir estas moléculas de ADN en las células que corresponden", explica haciendo referencia a los fracasos repetidos con esas vacunas contra el VIH. “Hay bastante incertidumbre. Por eso se siguen realizando pruebas experimentales".

Si bien este debate sobre la mejor manera de desarrollar una vacuna contra la COVID-19 parecería ser académico, existe otro debate acerca del alcance de la vacuna, que se determinará una vez que se consiga y se defina el costo de elaboración y, por ende, quién podrá pagarla. Bottazzi, Hotez y Salem sostienen que la aplicación de vacunas de ADN y ARN podría costar mucho más que las variedades tradicionales.

"Veremos muchísimo progreso tecnológico a medida que se vayan desarrollando los ensayos clínicos, y creo que eso es realmente positivo porque aprenderemos mucho", comenta Hotez, quien junto con Bottazzi ha estado luchando por una vacuna de coronavirus de bajo costo durante 10 años. "Nuestra principal misión es que no se ignore a las personas más pobres del mundo".

Para evitar que eso suceda, será necesario que los líderes mundiales firmen un acuerdo de acceso global, explica Seth Berkley, epidemiólogo médico y CEO de la Alianza GAVI, una asociación internacional de salud dedicada a expandir el acceso a la inmunización. El acuerdo serviría para garantizar que las poblaciones vulnerables (ancianos, trabajadores de la salud, personas en epicentros de escasos recursos) sean los primeros en recibir la vacuna. También se garantizaría la transferencia inmediata de la biotecnología a todos los países del mundo, independientemente de qué universidad o compañía haya descubierto la vacuna.

Por ejemplo, la vacuna contra el Ébola se desarrolló en Canadá, se transfirió el conocimiento a investigadores académicos y compañías de biotecnología en los EE. UU., y finalmente se fabricó en Alemania. Hoy, gracias a esta vacunación de esfuerzos globales, puede decirse que el segundo brote de ébola más grande del mundo finalmente ha llegado a su fin.

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    Además, si se firma un acuerdo de acceso global, podrían elaborarse más de una vacuna contra la COVID-19, todas efectivas, pero con diferentes precios para diferentes mercados. Así se ha hecho, por ejemplo, para las vacunas contra el neumococo y el virus del papiloma humano (VPH), explica Bottazzi.

    Si aparece una vacuna contra la COVID-19, la gran pregunta es cuánto durará la inmunidad.

    "Si te pones la vacuna una vez y la inmunidad es para toda la vida, eso sería lo mejor que podría pasar", comenta O'Donnell, del Centro Médico Presbiteriano de Penn. Sin embargo, la inmunidad a los coronavirus que causan resfríos generalmente dura solo uno o dos años, lo que indica que las personas necesitarían dosis estacionales de cualquier vacuna contra la COVID-19.

    Según O'Donnell, mientras no haya vacuna, lo que las personas deben hacer para colaborar con los trabajadores de la salud es seguir las recomendaciones de salud pública: "Cumplir con el distanciamiento social, quedarse en casa, lavarse las manos, y no tocarse la cara. Tomar todas las precauciones necesarias para evitar contraer esta infección".

    Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente el 10 de abril en National Geographic. Se ha actualizado para revelar con más detalle lo que opinan los proveedores de atención médica sobre cuándo podría esperarse la llegada de una vacuna.

    La Organización Mundial de Salud anticipó el 19 de junio de 2020 que confía en tener una vacuna contra la COVID-19 para finales de año.

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