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Los 10 mejores lugares icónicos para fotografiar
Fotografías de Jim Richardson
Published 21 de diciembre de 2017 11:00 GMT-2

Incluso hoy, la Antártida nos fascina. Un lugar icónico, plasmado en nuestra imaginación por los cuentos de exploraciones heroicas y fracasos trágicos y mortales del siglo pasado, la Antártida nos maravilla desde lejos y deja sin aliento hasta a los viajeros más experimentados, al ser más inmensa en la realidad de lo que nuestra mente puede comprender. Relegada a la oscuridad del fondo del globo terráqueo de la escuela, nuestro escaso conocimiento sobre ella no nos prepara para la abrumadora cantidad de cadenas montañosas que irrumpen con violencia la profundidad del cielo azul, los sublimes icebergs y glaciares color turquesa y la inexplicable abundancia de vida. Evidentemente, las interminables colonias de pingüinos, siempre graciosos pero indiferentes a la presencia humana, definen a la Antártida como un mundo en sí mismo.
Toma icónica: ¿Además de pingüinos? Cualquier vista que abarque la enorme escala y las distancias de la Antártida.
Fotografía de Jim Richardson
Agraciada, hermosa y siempre encantadora, Venecia también es un excelente ejemplo de la trágica y devastadora sed de riquezas, poder y ambiciones sórdidas. Que todas estas contradicciones coexistan en un entorno tan espléndido hace de esta ciudad, sin duda, un sinónimo de experiencia cosmopolita. “Conoce Venecia y luego muere”, deja a la ciudad como el cierre definitivo de cualquier lista de cosas por hacer. Para los victorianos, la vida no estaba completa, la juventud no terminaba del modo ideal, hasta que llegaban a Venecia. Y aun así supera todos los clichés: nunca es ridícula y siempre es asombrosa. En la actualidad, esta ciudad que encierra el anhelo de la hegemonía perdida es un museo en sí misma, una cápsula del tiempo a la que no podemos renunciar. Es tan deslumbrante.
Toma icónica: Góndolas en el Gran Canal.
Fotografía de Jim Richardson
Perdida durante 400 años bajo la frondosa selva de los altos Andes, la magia de Machu Picchu retomó vida cuando el icónico explorador Hiram Bingham la redescubrió en 1911 y la trajo al mundo moderno. Un siglo después, sigue igual de sorprendente, al evocar las maravillas de los reyes incas y su opulento refugio en las montañas, un imponente santuario envuelto entre colinas, valles y nubes interminables. Incluso las llamas parecen escuchar a sus fantasmas. Las casas y avenidas de piedras, las plazas y los sitios sagrados, todo nos habla de una vida que sigue presente, solo que no se puede ver.
Toma icónica: Desde las terrazas, donde Hiram Bingham tomó las fotografías originales para la revista National Geographic.
Fotografía de Jim Richardson
Pocos lugares son capaces de evocar un sentido de atemporalidad como Stonehenge. Tan solo con saber que durante los últimos 5000 años cada año la Tierra, el Sol y Stonehenge se alinean solo para que los rayos de luz que se reflejan sobre la Llanura de Salisbury pasen por las rocas erguidas, nuestro sentido de orden cósmico parece estallar. Las rocas permanecen ahí, rústicas pero agraciadas, ubicadas por personas habilidosas que apenas podemos recordar o imaginar. Luego el momento pasa, y nosotros también podemos ver que, aunque fuera por un instante, también logramos alinearnos con el tiempo mismo.
Toma icónica: Los rayos de sol se cruzan con las piedras de alguna manera.
Fotografía de Jim Richardson
El Taj Mahal es famoso por ser hermoso (por supuesto), por ser el símbolo del amor eterno (tal vez), pero más que nada, por ser famoso. Aunque no sea de una simetría sublime y sus proporciones fueran elegantemente mitigadas por siglos de construcciones monumentales de los emperadores mongoles del centro de la India, sigue seduciéndonos por su lugar en la historia de los viajes por el mundo. Durante siglos, fue el lugar “imperdible” para todo turista. Millones de fotos se han tomado desde el mismo punto exacto de la piscina reflectante, cada una “perfecta”, del mismo modo que el monumento de mármol es perfecto en sí mismo. De algún modo, tomar esa fotografía es como un peregrinaje, ver por uno mismo lo que millones de personas también vieron.
Toma icónica: Desde la piscina reflectante, enmarcando el templo entre los minaretes.
Fotografía de Jim Richardson
En sus filas enigmáticas, las estatuas de la Isla de Pascua, llamadas moais, incitan nuestros pensamientos inconscientes. Las estatuas de piedra, tan surrealistas y a la vez conocidas por todos, conjuran la veneración de los ancestros del modo en que los isleños, perdidos en la inmensidad del Pacífico, probablemente lo deseaban. La imponente soledad da rienda suelta a nuestra imaginación. Los polinesios hicieron su viaje épico a través del vasto Pacífico hasta esta diminuta isla, y nunca más alguien llegó hasta allí por casi mil años. Librados a sus propias fantasías, los isleños inventaron su propia versión de la eternidad. En la oscuridad, bajo la noche estrellada del sur, las enormes estatuas tienen el poder de acechar la mente como pocos lugares del planeta.
Toma icónica: Tongariki, con la larga fila de moais asomándose por detrás.
Fotografía de Jim Richardson
Templo de Ta Prohm, Camboya
El templo de Angkor Wat, que emerge entre la selva de Camboya, es la estructura religiosa más grande del mundo. Pero cerca de allí hay otro templo, Ta Prohm, no tan grande de tamaño, pero más penetrante para la mente. Las raíces de la higuera estranguladora caen sobre las intrincadas paredes de piedra talladas y sirven de marco para las puertas. Dependen unas de otras; ni las paredes ni los árboles pueden sostenerse sin su ayuda mutua. Las raíces serpentean sobre los símbolos religiosos, como sinapsis de un sistema nervioso central antiguo que conecta miles de pensamientos gravados en la piedra.
Toma icónica: Las puertas del templo entre las raíces.
Fotografía de Jim Richardson
El Serengueti ofrece una epifanía a la mayoría de sus visitantes: lo salvaje sigue teniendo un lugar en nuestro mundo. En la sabana calcinada por el sol de Tanzania, la vida es esencial, la cadena alimenticia es clara y sin sentimentalismos, el arte de sobrevivir es algo cotidiano, la amabilidad y la piedad no tienen relevancia. Las grandes migraciones reúnen a todos sus actores en un vasto y multitudinario drama. Los inmensos paisajes son tranquilos, salvo por la acechante silueta de un león entre los pastizales. Somos intrusos y solo podemos redimirnos al aceptar nuestra insignificancia. Nos llenan de humildad y nos reconfortan.
Toma icónica: Vistas y formas simbólicas que evocan emociones primitivas.
Fotografía de Jim Richardson
Las pirámides definen el concepto de lo icónico. La propia forma triangular de las pirámides se reconoce al instante, está plasmada en nuestra consciencia cultural colectiva y define el tiempo, el espacio y el “ethos”. ¡Esa forma! Durante unos 4500 años, han sido la más maravillosa de las maravillas, únicas en su especie, con una audacia indisputable, ejemplos indiscutidos del diseño. Y luego está la esfinge, un acertijo que evoca un misterio que no queremos resolver. Siempre acechando, más intrigante cuanto menos sabemos de ella, particularmente seductora en las fotos antiguas, cuando estaba enterrada hasta el cuello en las arenas del desierto de Egipto. Tumbas de los reyes, monumentos de la ambición humana, y todo bajo el abrasador sol egipcio.
Toma icónica: Explorar todas sus alineaciones, desde lejos para ver las formas superpuestas, de cerca para captar una conexión íntima.
Fotografía de Jim Richardson
En las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, nos enfrentamos con las partes de nuestra mente que el mundo moderno ha logrado ocultar con mucho éxito. Los Huli Wigmen (al igual que otros pueblos y culturas) mantienen tradiciones profundamente arraigadas en el tiempo y la mente, haciendo surgir los espíritus internos (con vestiduras intrincadas y maquillajes ostentosos) que llevan con orgullo en sus rituales. La transformación de personas normales a apariciones del mundo espiritual es impresionante. Al ver sus rostros, nos enfrentamos a nuestra naturaleza fragmentada y sin resolver. A lo largo de Papúa Nueva Guinea, cada grupo muestra con orgullo su propia identidad y ser interior.
Toma icónica: Los rostros en sus danzas, los personajes que traen a la vida.
Fotografía de Jim Richardson