Cómo funciona una agroforestería en la Amazonía

La infografía interactiva muestra cómo los sistemas agroforestales reúnen diferentes especies agrícolas, frutales y arbóreas para el cultivo y el comercio de hortalizas, frutas, semillas y madera.

Textos de Letícia Klein
Ilustraciones por Luiz Iria
Publicado 5 de set. de 2022

Después de años de ausencia, los animales salvajes, especialmente las aves, han regresado. El suelo mejoró por el alto contenido de materia orgánica y las plantas nativas crecieron más rápido. “Hemos visto muchas cosas buenas, tanto para nuestra familia como para el medio ambiente. Todos ganan porque los dos se ayudan”, afirma Marliane Soares sobre los beneficios de la agroforestería en su propiedad, en la ciudad de Juruti, sudoeste del estado de Pará. Adepta a la tala y quema de capoeira –una vegetación secundaria– para la producción de manihot esculenta (conocida como yuca o mandioca), la familia Soares adoptó un nuevo proyecto: la implementación de un Sistema Agroforestal (SAF), que combina árboles nativos y cultivos agrícolas como una forma permanente de producción económica y reducción de los impactos en el bosque.

La agroforestería fue introducida en la Amazonía en la década de 1970 por inmigrantes japoneses, que se habían asentado en los estados de Pará y Amazonas 40 años antes.

La historia comienza con el hongo Fusarium solani f. sp. piperis, que arrasó con los monocultivos de pimienta negra, uno de los principales cultivos agrícolas mantenidos por los japoneses en Brasil, junto con el yute, planta utilizada para fabricar el tejido del mismo nombre. Identificado por primera vez el 1957, el hongo se propagó durante los años siguientes y arrasó con grandes plantaciones de pimientos. “Debido a este problema, los japoneses sintieron la necesidad de diversificar la producción, inspirados en sus traspatios y en la propia selva”, dice Osvaldo Kato, investigador de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), especializado en sistemas agroforestales, nacido en Tomé-Açu, Pará, el primer municipio en recibir a los inmigrantes japoneses a principios del siglo XX.

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A lo largo de los años, la modalidad basada en la diversidad de cultivos agrícolas ha demostrado ser más segura, tanto para la economía como para la alimentación de las familias. El sistema ha ganado cuerpo y fama, además de haber crecido en número, a pesar de aún ser incipiente en comparación con el método tradicional de cultivo, que se basa en el monocultivo y en el uso de pesticidas y agroquímicos. Todavía en la década de 1970, comenzaron las investigaciones científicas de Embrapa, pero hasta el momento ninguna logró cuantificar las unidades de SAF en la Amazonía. “Siempre hemos creído en los sistemas agroforestales. Hay gente que piensa que no es rentable, pero Embrapa ha hecho análisis que comprueban su viabilidad económica. En conversaciones con productores de la región, siempre esperábamos que el SAF creciera, pero no a la velocidad que ha alcanzado hoy. Debido a la crisis ambiental y climática, tenemos una gran oportunidad para avanzar en este sistema”, declara Kato.

La preparación del suelo en diferentes escenarios


Se puede crear una agroforestería a partir de un área degradada.
El primer paso es limpiar el área, eliminando tocones de árboles y matas de vegetación. Dependiendo del suelo, se aplica caliza e yeso agrícola.
Luego, se hace el abono verde, con especies de rápido crecimiento, como el guandú, la crotalaria y el girasol.
Después de seis meses a un año, las plantas se cortan y se utilizan como biomasa para cubrir el suelo, manteniendo la humedad y evitando la erosión.

A pesar de emular la composición natural de un bosque, que se compone de varias especies diferentes, el SAF es un sistema planificado y creado en base a una lógica de espaciamiento y sombreado, por lo que el proceso de implementación suele realizarse en colaboración con una empresa de consultoría especializada –el posterior avance del sistema a otras áreas de la propiedad, si es de interés del productor, puede ser realizado por la propia familia. De esta manera, son necesarios algunos pasos en el proceso: conocimiento y mapeo del lugar, planificación del sistema, preparación del suelo y aplicación de insumos, siembra de plántulas, mantenimiento y manejo de las especies, capacitación de personas, cosecha y venta de los productos en el comercio local o para grandes empresas por medio de cadenas de valor.

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Se puede crear un SAF a partir de tres escenarios: área degradada, monocultivo o bosque secundario (que ya ha sido manejado por personas). Con el propósito de insertar más especies a partir de un solo cultivo agrícola, como la yuca, por ejemplo, primero se analizan la tala y la remoción de algunos árboles y luego se plantan árboles frutales (como el copoazú y el açaí) y arbóreos (para madera y semillas, como el palo de rosa y la andiroba). La misma lógica funciona para un SAF creado a partir del bosque secundario. La poda es fundamental para aportar más luz al sistema. A partir de un bosque, primero es necesario seleccionar individuos para la poda con el fin de generar biomasa para el suelo, tener más luz en el área y plantar especies productivas utilizando la lógica de sucesión forestal para determinar el espaciamiento y la disposición de los individuos –el cacao, por ejemplo, produce mejor si está en la media sombra de un árbol más alto. El mayor costo de implementar una agroforestería a partir de un bosque es con la mano de obra, una vez que el suelo ya es rico en materia orgánica y no necesita muchos insumos. Cuando es necesario, se aplica caliza, yeso o, si se opta por insumos más naturales, carbón y cenizas.

En el caso de una agroforestería planificada a partir de un área degradada, escenario común en la Amazonía debido a la proliferación de pastos para el ganado, la deforestación y las zonas quemadas, el suelo necesita mucha biomasa, como hojas y ramas. Para limpiar el área, la gente usa azadones, machetes, rastrillos, pinceles, motosierras (para cortar árboles muertos) y, en casos menos comunes por el alto costo, tractores. Un análisis del suelo indica si será necesario aplicar caliza o yeso agrícola durante la preparación del terreno –el estiércol curado y el material de compostaje se utilizan en el momento de la siembra. Puede ser necesario el uso de máquinas para descompactar y arar la tierra. Dependiendo del área, la aplicación de los insumos puede ser manual o mecánica. Luego, se realiza el abono verde, que consiste en sembrar gramíneas y leguminosas de seis meses a un año antes desde el inicio de la agroforestería, siempre que sea posible. Las especies del abono verde, como el guandú (Cajanus cajan), la canavalia, la crotalaria, el girasol, el rábano forrajero y la avena negra, tienen un ciclo de crecimiento corto y actúan en el ciclo de los nutrientes del suelo. Después de este período, las plantas se cortan y se utilizan como biomasa para cubrir el suelo –el suelo cubierto evita la erosión, la degradación y las emisiones de carbono, además de mantener la humedad.

Plantación de diferentes plántulas


Bananeira Açaí Achiote Maiz Guandú Palo de rosa Guanábana Acerola Copoazú Cedro
La planificación de una agroforestería implica elegir especies para fines agrícolas, maderables y productos forestales no maderables.
Las semillas y las plántulas de las especies seleccionadas se siembran en hileras según la distancia, la sombra y la forma de cosecha.
Maniva es una parte de la rama de la yuca, que presenta yemas para la generación de nuevas plántulas.
En el quinto año, las especies de servicio y semi perennes, que hacen el ciclo de los nutrientes en el suelo, son más grandes que las plántulas de árboles. La poda, el rozado, el abono y la cobertura del suelo son constantes.
Alrededor del octavo año se extraen las especies de servicio para que los árboles tengan más espacio para crecer.

Después de preparar el suelo, es hora de plantar las plántulas siguiendo el dibujo de las líneas y la distancia de cada especie. El croquis de la agroforestería se realiza en el paso de planificación, cuando la familia decide qué especies con fines agrícolas, maderables y productos forestales no maderables (como frutas, aceites y castañas) querrá mantener en la propiedad. “La presencia de diferentes especies en una agroforestería no solo garantiza la diversificación productiva, sino que también restaura paisajes, crea corredores ecológicos, atrae polinizadores, minimiza los efectos de los impactos del cambio climático y hace que los agricultores tengan resiliencia económica y seguridad alimentaria”, dice Mariana Saka, gerente global de Pretaterra, una empresa que planifica y desarrolla proyectos agroforestales de pequeña a gran escala.

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En alianza con la oficina brasileña de la ONG WRI (World Resources Institute), la empresa realizó talleres con 23 familias de productores agrícolas en la ciudad de Juruti, en Pará, el 2018. Ese año, la familia Soares, una de las participantes, asignó una hectárea de su pequeña propiedad a la siembra de una agroforestería –área que ya se ha ampliado. Hasta aquel momento, la familia vivía del cultivo de frutas y, principalmente, de yuca. Para el área de SAF, se eligieron las especies frutales de cacao, acerola, copoazú (también conocido como cacao blanco), naranja y guanábana, además de las especies arbóreas (también llamadas forestales) de andiroba, cedro, cumarú y palo de rosa, destinadas a cortar o extraer el aceite de las semillas. Las semillas y las plántulas de las especies seleccionadas se siembran en hileras siguiendo una lógica de distanciamiento, sombreado y cosecha propia de este sistema, ya que cada agroforestería es única.

En los sistemas implementados en Juruti, los cultivos anuales (como maíz y frijol), los cultivos semi perennes (yuca, por ejemplo) o los pastos para el ganado se insertan entre las especies arbóreas de ciclo largo y alto valor, con un espaciamiento de 10 metros en las filas y entre las filas. Entre las filas se incluyen tres árboles frutales tolerantes a la sombra moderada, separados entre sí por dos metros y medio. Finalmente, entre las filas de árboles, está la fila de especies de servicio, con plataneras cada cinco metros y una fila de siembra de muvuca de semillas, una técnica de restauración forestal que mezcla diferentes especies y puede contener individuos de paricá (Anadenanthera peregrina), achiote, hobo (también conocido como jobo, ubos, mango ciruelo, ciruela, o joba), guandú, mijo, maíz, ingá y açaí, entre otros.

El tiempo de cosecha también es variable


La cosecha se realiza de acuerdo con la temporada de cada especie. La yuca y las hortalizas ya se cosechan en el primer año.
Entre ocho y 10 años, los árboles frutales están produciendo en su punto máximo.
Cuando las especies forestales alcanzan su apogeo, se pueden talar para fines maderables o para la extracción de semillas con miras a la fabricación de aceites y mantecas.
En la infografía, las especies aparecen espaciadas para una mejor visualización, pero en realidad la agroforestería es densa, con las copas de los árboles tocándose.

Durante el primer año, las especies de hortalizas se pueden plantar entre las filas de árboles, mientras crecen las especies de servicio y todavía hay sol disponible para las hortalizas. La siembra de todas las especies –agrícolas, frutales, arbóreas y de servicio– se realiza en conjunto, a partir de semillas o propágulos (cualquier unidad de dispersión que pueda generar un nuevo individuo, como fruto, rama, tallo o tubérculo). La siembra por plántulas generalmente ocurre cuando el uso de semillas es poco factible, por lo que algunos agricultores mantienen un vivero para crear plántulas. A lo largo de los años, las especies crecen. En el quinto año, por ejemplo, las de servicio tendrán un tamaño considerable, más grande que las plántulas de los árboles. El mantenimiento es constante, con podas, rozado, abonos y cobertura del suelo, siendo más frecuente en los primeros años y manteniéndose anualmente a partir de entonces. Entre el sexto y el octavo año (a veces antes), las especies de servicio se extraen del sistema para que los árboles tengan más espacio para crecer. Después de 15 a 20 años, las especies forestales se ven bastante altas.

A medida que cada especie da sus frutos o cultivos, se hace la cosecha. Los pequeños agricultores suelen cosechar manualmente, con la ayuda de herramientas. Dependiendo de las especies del SAF y del tamaño del área, la cosecha se puede hacer con máquinas. La yuca y las hortalizas ya se cosechan en el primer año, pero el cacao necesita al menos tres años para dar frutos. Entre ocho y 10 años, las especies frutales están en su punto máximo de producción –si se han plantado en forma de plántulas injertadas, dan frutos en menos tiempo. Cuando las especies forestales alcanzan su apogeo, se pueden talar para fines maderables, si así lo decide la familia.

La diversificación de los productos es un factor para aumentar los ingresos de los agricultores y, cuando logran agregar valor a estos productos, el rendimiento financiero es aún mayor. A lo largo de los años, la familia Soares perfeccionó sus técnicas de procesamiento de la yuca y desarrolló más de 20 productos más allá de las harinas, como tucupí, goma, mbeyú y tortas, todos preparados en su propiedad. Los productores de plátano también pueden diversificar su canasta, ofreciendo harinas, platanitos, mermeladas y jaleas elaboradas con la fruta.

Creación de cadenas de valor


Luego de ser cosechada, la yuca se pela y pasa a otros procesos para extraer los subproductos y fabricar las harinas.
Ilustración realizada a partir de una foto de Valter Ziantoni.
Uno de los puntos de venta de productos agroforestales es la feria, además de mercados, sistemas de entrega, pedidos e internet.
Ilustración realizada a partir de una foto de Valter Ziantoni.
Basados en una diversidad de productos, los sistemas agroforestales ofrecen resiliencia económica y seguridad alimentaria a las familias de agricultores.

La agregación de valor también puede ocurrir fuera de la propiedad, cuando varias familias se unen como una asociación. Juntas, logran establecer una infraestructura industrial para convertir frutas en pulpa y extraer aceite o mantequilla de las semillas. Un ejemplo es la cuidad de Tomé-Açu, en Pará, donde descendientes de los inmigrantes japoneses cultivan sistemas agroforestales desde la década de 1970, combinando cacao, pimienta negra, maracuyá, açaí, copoazú, hobo y especies forestales. Las 176 familias asociadas a la Cooperativa Agrícola Mixta de Tomé-Açu (Camta) producen, en la propia fábrica, aceite de andiroba y de maracuyá, manteca de copoazú, pulpa de frutas y jaleas. El açaí cultivado por Camta tiene certificación orgánica y se exporta a Japón, Europa y Estados Unidos.

Dependiendo de la ubicación de la propiedad, el transporte de los productos terminados o in natura se realiza en barco y, luego, en camión o moto con remolque. Cuando hay acceso directo a la autopista, el transporte puede hacerse en vehículo a motor, sin cruzar el río. Los productos del SAF se pueden comercializar en una variedad de puntos de venta: supermercados, ferias urbanas, desayunos típicos de la región preparados bajo pedido, en un sistema CSA (por sus siglas en portugués, Comunidad de Apoyo a la Agricultura, red que conecta productores con consumidores), como subproductos de turismo rural, por internet o directamente a empresas de alimentación, cosméticas y farmacéuticas.

Una de estas empresas es Natura, que desarrolla un proyecto de SAF de aceite de palma en alianza con Camta y Embrapa Amazônia Oriental desde el 2007 en la región de Bragantina, en Pará. El objetivo es proporcionar información sobre la introducción del cultivo de la palma aceitera en la composición con copoazú, cacao, pimienta negra y especies forestales, rompiendo el paradigma de que el aceite de palma sólo se puede cultivar en monocultivo. El proyecto se implementó en tres propiedades familiares, que ya cuentan con una rentabilidad financiera con las especies plantadas, y pasó por dos etapas, estando actualmente en la búsqueda de una financiación para la expansión a otras familias y la continuación del monitoreo de aspectos de micrometeorología, como radiación, temperatura, humedad, viento, agua y ciclo de nutrientes.

“El aceite de palma en un sistema agroforestal almacena mucho más carbono en el suelo que en un monocultivo. Además, se almacena por más tiempo, tiene mayor valor agregado por la calidad del aceite y también produce un fruto de mayor tamaño”, dice Alessandro Carioca, investigador de Embrapa y coordinador del proyecto. Además de las tres propiedades donde se instalaron las unidades demostrativas, con un área entre siete y ocho hectáreas cada una, hoy Natura cuenta con 81 hectáreas de agroforestería con el aceite de palma, en diferentes etapas, en la zona de Bragantina, en alianza con 20 familias productoras. La empresa compra toda la producción de aceite, que es el principal ingrediente utilizado en una línea de productos de belleza e higiene en barra. “El modelo se está escalando de forma progresiva y ambiciosa para atender a toda la demanda directa de Natura y, al mismo tiempo, servir de referencia como una solución sostenible para la cadena productiva de insumos en otras regiones”, dice Roseli Mello, líder mundial en investigación y desarrollo en la empresa.

El proyecto agroforestal con aceite de palma es uno de los 27 que Embrapa coordina actualmente relacionados con SAF. “Los estudios muestran que los agricultores familiares pueden obtener una mejor rentabilidad financiera con diferentes sistemas que con el monocultivo”, afirma Kato. “El tema de la diversidad también es fundamental para combatir los impactos del cambio climático. Debido al exceso de lluvias en la temporada pasada, el copoazú produjo poco y el hobo produjo muy poco o nada, según el lugar. Si no hay diversidad, el productor es como un rehén”, dice Kato.

Los diversos beneficios del SAF atraen cada vez más a los agricultores, evalúa el investigador, lo que confiere a la agroforestería un rol fundamental en el combate a la deforestación. “La propuesta de Embrapa de trabajar con sistemas agroforestales al borde del arco de la deforestación en la Amazonía nació con el objetivo de arreglar a las personas para que pudieran producir sin abrir nuevas áreas”. La conservación de la biodiversidad por SAF, explica Kato, también está garantizada por la siembra de múltiples especies nativas y el uso de sus productos. Sin embargo, para que el sistema agroforestal sea la regla –y no la excepción– es necesario superar algunos desafíos. Según el investigador, es necesaria la creación de políticas públicas, la inversión en tecnología, el fomento de la investigación, el acceso a material genético y la prestación de asistencia técnica a los productores, con una mecanización adaptada a cada grupo. La organización social también es muy importante, con el establecimiento de asociaciones, cadenas de valor e infraestructura logística. Por parte de los productores y consumidores, corresponde al mercado ser más exigente en cuanto al origen y a la calidad de los productos.

Para Mariana Saka, el SAF puede incluso salir del campo. “La agroforestería es más que un concepto, es una filosofía de vida. Si uno vive en un departamento, puede seguir los principios agroforestales al tener una maceta con dos especies, donde una da sombra a la otra y ambas hacen el ciclo de nutrientes. También es posible que tenga otra maceta que atraiga a los polinizadores. Uno puede cuestionar a sus proveedores de alimentos. Seguir esta filosofía afecta nuestra forma de ver y hace que nuestro consumo sea más consciente”, cree. La tendencia es que las escenas de familias compartiendo una comida de su agroforestería se conviertan en uno de los pilares del desarrollo sostenible en la Amazonía, ya que, como dice Kato, “con sus traspatios agroforestales, el agricultor familiar es un guardián de nuestra biodiversidad”.


Infografia por: Miguel Vilela/NatGeo Staff, Francisco Bronze e Vítor Marques/Grande Circular, Thiago Medaglia/Ambiental Media.

Fuentes: Mariana Saka e Paula Costa/Pretaterra

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